Mi nombre es Jennifer Pava y quiero hablar de algo que me dejó pensando mucho después de leer el texto «Por qué trabajar hacia la autonomía de las mujeres?». yendo un poco más a lo económico, esto que voy a comentar no lo digo desde lo académico, sino desde lo personal. Porque, siendo honesta, es un tema que me toca. Me inquieta. Me mueve.
La verdad, yo antes pensaba que tener autonomía económica era simplemente tener un trabajo, recibir un sueldo y ya. Pero el texto me hizo ver que va muchísimo más allá. Es una forma de romper cadenas, de tener poder sobre nuestra propia vida. Y no poder como dominación, sino como posibilidad de elegir. Lo que más me impactó fue entender cómo tantas mujeres no pueden salir de relaciones violentas o tomar decisiones sobre sus cuerpos, su tiempo o su vida, solo porque no tienen independencia económica. ¿Y eso cómo no va a doler? ¿Cómo no va a indignar?
El documento menciona el trabajo de cuidado y del hogar como un obstáculo que frena el acceso real de muchas mujeres a la autonomía. Y aquí me quedé pensando: ¿por qué ese tipo de trabajo, que es esencial para sostener la vida misma, sigue siendo invisibilizado, no valorado, y peor aún, no remunerado? Desde pequeñas se nos enseña que es «nuestro deber», mientras que a los hombres se les premia si alguna vez lavan un plato. No es justo. Otra cosa que me llamó la atención fue cómo esta falta de autonomía económica no es solo un problema de mujeres pobres o sin educación. No. Incluso en entornos universitarios, muchas chicas siguen dependiendo económicamente de sus parejas o familias, y eso inevitablemente limita sus decisiones. Nos educan para cuidar, para acompañar, pero no siempre para liderar o sostenernos solas.
Este tema me hizo reflexionar sobre lo importante que es que nosotras, desde jóvenes, empecemos a cuestionar ese modelo que nos enseñaron. Que no aceptemos como normal el hecho de tener que “aguantar” por necesidad. Que hablemos más entre nosotras de plata, de trabajo, de proyectos propios. Porque sí, está bien hablar de amor, de relaciones, de metas. Pero también tenemos que hablar de dinero, de independencia, de construir una vida con nuestras propias bases.
Y no se trata de competir con los hombres, ni de querer demostrar que “podemos solas”. Se trata de tener opciones. Porque cuando una mujer tiene autonomía económica, tiene la posibilidad de decidir. De irse si algo no le hace bien. De empezar de cero si lo necesita, de elegir su camino.
Recommended2 dieron "Me gusta"Publicado en Antropología y Género, Educación, Humanidades
Comentarios