¿Cuáles son los cambios en la producción audiovisual y, principalmente, del rol de el productor audiovisual, cuando se trata de un proyecto transmedia?

En los últimos años, hablar de producción audiovisual ha dejado de ser lo mismo que antes. Ya no basta con pensar en una película, una serie o un documental como productos terminados que se consumen en un solo espacio. El público cambió, las plataformas se multiplicaron y las historias comenzaron a expandirse de formas que antes no parecían posibles. En ese contexto aparece el concepto de transmedia, que es mucho más que contar lo mismo en diferentes medios. Se trata de construir un universo narrativo en el que cada plataforma aporta una pieza distinta de la experiencia.

Si lo pensamos bien, un proyecto transmedia funciona como un rompecabezas. Una parte de la historia puede estar en una película, otra en un cómic, otra en un videojuego y quizás en una página web interactiva o en las redes sociales de los personajes. Ninguna de esas piezas repite exactamente lo mismo, cada una complementa a las demás. Eso hace que la audiencia no sea solo espectadora pasiva, sino exploradora activa, alguien que va saltando de un medio a otro para descubrir más capas de la narración. Esa forma de contar historias tiene implicaciones directas en cómo producimos y, sobre todo, en el papel del productor audiovisual.

Antes el productor se centraba en garantizar que un rodaje funcionara, manejando presupuesto, permisos, cronogramas, equipo técnico y artístico. Todo giraba alrededor de un único producto final. Pero en el terreno transmedia ese rol se amplía enormemente. El productor ya no es solo un organizador de rodajes, sino alguien que debe tener una visión global de la narrativa. Tiene que asegurarse de que cada pieza, ya sea un corto para YouTube, un hilo en redes o una experiencia inmersiva en un museo, encaje con coherencia dentro del universo planteado. Se convierte en una especie de arquitecto de experiencias, capaz de conectar lenguajes distintos y equipos muy diversos.

Ese cambio implica también una nueva manera de trabajar. El productor ya no se limita a conversar con directores, guionistas o fotógrafos, sino que tiene que sentarse en la mesa con programadores, diseñadores gráficos, community managers, estrategas de marketing digital e incluso especialistas en educación si el proyecto tiene fines formativos. El equipo se vuelve más heterogéneo y, con ello, la responsabilidad del productor crece. Debe ser puente, traductor y coordinador entre mundos profesionales que no siempre hablan el mismo idioma.

Al mismo tiempo, el público exige una relación más cercana. En los proyectos transmedia, las audiencias no solo consumen contenido, también lo comentan, lo expanden y hasta lo transforman. Pensemos en las comunidades de fans que crean teorías, fanfictions o videos inspirados en sus universos favoritos. El productor debe estar consciente de esas dinámicas, porque muchas veces son clave para que la historia se mantenga viva. Entender a la audiencia, escucharla y darle espacios para participar también se convierte en parte del trabajo.

Un ejemplo muy interesante lo vivimos en República Dominicana con Capitán Avispa. Lo que comenzó como una canción popular de Juan Luis Guerra, “Las Avispas”, terminó convirtiéndose en la base de un universo narrativo que dio paso a una película animada en 2024 y, poco después, a un videojuego en 3D donde los usuarios podían explorar Avispatrópolis, superar niveles y acompañar la aventura con música del artista. Este caso es fascinante porque muestra cómo una obra musical puede expandirse hacia otros lenguajes, transformándose en cine, en entretenimiento digital y en nuevas formas de interacción con el público. Para los productores implicados, el reto no fue solo llevar la canción a la pantalla grande, sino pensar en cómo la narrativa podía mantenerse coherente y atractiva al saltar del ámbito musical al audiovisual y luego al interactivo. Es, sin duda, un ejemplo dominicano de cómo funciona la lógica transmedia y de cómo el rol del productor debe reinventarse para sostener ese proceso.

Claro que todo esto trae consigo retos importantes. Producir de manera transmedia significa planificar con más complejidad, dividir recursos en múltiples formatos, mantener la coherencia narrativa a pesar de tantos frentes abiertos y asumir que no siempre será fácil medir el impacto de cada pieza. Puede que el videojuego atraiga más atención que la película, o que la comunidad en redes sociales se convierta en el verdadero corazón del proyecto, y eso obliga a replantear la estrategia sobre la marcha.

Pero también abre oportunidades que antes eran impensables. Al diversificar plataformas se amplía el alcance y se llega a públicos distintos. Se construyen comunidades sólidas alrededor de las historias, comunidades que acompañan al proyecto más allá del estreno inicial. Y se crean nuevas posibilidades de sostenibilidad económica, ya que cada pieza transmedia puede abrir vías de ingresos adicionales, desde merchandising hasta experiencias interactivas.

Por eso, cuando hablamos del rol del productor en este escenario, estamos hablando de un cambio de paradigma. Ya no se trata únicamente de garantizar que el rodaje salga bien, sino de diseñar la estrategia que permitirá que una historia respire en múltiples espacios y que cada plataforma aporte un valor único. Es pasar de ser un gestor de logística a convertirse en un creador de experiencias narrativas.

Personalmente creo que este es un camino inevitable en la industria. El público actual no se conforma con consumir una historia de manera lineal, quiere participar, descubrir y expandirla. Y ahí es donde el productor audiovisual tiene que reinventarse, no solo como alguien que organiza, sino como alguien que imagina, conecta y construye experiencias que viven en muchas dimensiones a la vez.

Canción: https://www.youtube.com/watch?v=1cuYIHLk4lI 

Trailer película: https://www.youtube.com/watch?v=He2Xeom9-ws 

Trailer video juego: https://www.youtube.com/watch?v=Z1w9GQPZcuk 

T0 dieron "Me gusta"Publicado en Arte y Producción

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