La fonética es una de esas áreas de estudio que abre nuestros oídos —literalmente— a los detalles más fascinantes de la comunicación humana. No se trata solo de “hablar bien” o pronunciar correctamente, sino de entender cómo se producen y perciben los sonidos del habla. En mi clase de Introducción a la Lingüística, descubrí que la fonética va mucho más allá de lo que uno imagina: estudia cómo usamos los órganos del cuerpo (la lengua, los labios, la garganta) para articular los sonidos, cómo viajan por el aire y cómo nuestro cerebro los interpreta.
Por ejemplo, aprendí que la palabra “papá” comienza con un sonido /p/, que es una consonante oclusiva bilabial sorda: se produce al juntar los labios y soltar el aire sin vibrar las cuerdas vocales. En cambio, la /m/ en “mamá” es también bilabial, pero nasal y sonora, porque el aire sale por la nariz y sí hay vibración. Otros ejemplos interesantes son las vocales, como la /a/, que es una vocal abierta central, o la /i/, que es una vocal cerrada y anterior. Estas pequeñas diferencias sonoras son esenciales para que las palabras tengan sentido y no se confundan.
También observamos fenómenos fonéticos muy comunes en el español hablado en diferentes regiones. Por ejemplo, en la costa Caribe de Colombia, muchas personas pronuncian “los amigos” como “loh amigos”, aspirando la /s/. A veces incluso la eliminan del todo, y dicen “lo amigo”. Otro caso es la diferencia entre “caro” y “carro”, que se distinguen por la vibración de la lengua: una /r/ simple versus una /rr/ múltiple.
Este conocimiento me ayudó a comprender mejor por qué a veces nos cuesta pronunciar ciertos sonidos en otros idiomas, o por qué los acentos existen. Por ejemplo, un sonido que es común en inglés puede ser muy difícil de producir para alguien que solo ha hablado español toda su vida. La fonética nos permite analizar esto de forma científica, y al mismo tiempo, muy humana.
Además, es sorprendente cómo la fonética conecta con otras áreas: la educación, la música, la tecnología (como el reconocimiento de voz) e incluso con temas sociales, como el prejuicio por el acento. Saber cómo suena el lenguaje también es una forma de entender cómo somos.
Por último, aprender sobre fonética no solo nos ayuda a hablar mejor, sino a escuchar de forma más atenta y crítica. ¿Te habías detenido a pensar en todo lo que pasa cuando simplemente dices “hola”? Te invito a reflexionar: ¿cómo cambia nuestra forma de comunicarnos cuando somos más conscientes de los sonidos que producimos?
A continuación te dejaré un vídeo que explica más a fondo este tema:
Comentarios