El 13 de octubre de 2023, la oscuridad aún abrazaba la Ciénaga de Zapatosa cuando me aventuré en una canoa junto a Elías Martínez Durán. No era un simple viaje, era una inmersión en la vida de un hombre cuya existencia está intrínsecamente ligada a las aguas que lo rodean.
Un pescador cuya historia, como la de muchos otros pescadores de Candelaria, corregimiento de Chimichagua, Cesar, resuena con la lucha constante por la supervivencia en un entorno hermoso y a la vez despiadado.
¿Por qué este viaje?
Como fotógrafo busco capturar la esencia de la vida, las historias que se esconden detrás de las miradas y los paisajes. La Ciénaga de Zapatosa; ecorregión de grandes artistas musicales, me llamaba con su belleza y sus secretos, y la historia de Elías, un trabajador incansable con cuatro hijos, era una historia que merecía ser contada.
El viaje hasta Candelaria no fue fácil. Desde Valledupar, inicié el recorrido en bus que me dejó en Pailitas, cesar, seguido por un carro que me llevó hasta Tamalameque, cesar, y finalmente una moto hasta mi destino, casi 8 horas de viaje para llegar a este rinconcito, Candelaria, este territorio que tiene alrededor de 1.000 habitantes, desde donde se puede disfrutar de una de las vistas más lindas de la Ciénaga de Zapatosa. Sin duda, fue un esfuerzo que valió la pena, pues me adentraría en un mundo que desconocía.
La madrugada y el trasmallo
A las 3:00 o 4:00 a.m., cuando el resto del pueblo dormía, Elías y yo ya estábamos en pie. Su jornada comenzaba en la penumbra, revisando las redes de trasmallo, una técnica de pesca ancestral que consiste en extender redes en el agua para atrapar a los peces que se mueven en la oscuridad.
En la canoa, justo en la mitad de la Ciénaga a las 4:40 am, el silencio solo era interrumpido por el suave chapoteo del remo, el sonido de grillos y ranas, y el chocar de mis palmas tratando de ahuyentar a los molestos insectos que revoloteaban en mis ojos y oídos. La oscuridad era casi palpable, pero los sentidos de Elías parecían agudizarse en esas condiciones. Conocía cada rincón de la Ciénaga, cada corriente, cada posible escondite de los peces.
Significado del trasmallo y la atarraya para Elías
El trasmallo y la atarraya son más que una herramienta de pesca; es una herencia, una forma de vida transmitida de generación en generación. Es el vínculo que une a Elías con sus antepasados, con la ciénaga, con su propia identidad y su progreso.
Él suele recordar su juventud, cuando también trabajaba como comerciante y campesino, pero la pesca siempre ha estado presente, como un llamado ancestral.
La cruda realidad del pescador
Cómo él mismo lo dijo, esta actividad económica es su sustento, el de su familia y el de la mayoría del pueblo. Sin embargo, la ganancia es mínima. Mientras los comerciantes, mal llamados ‘revendedores’, cobran a clientes por cada pez entre $3.000 a $4.000 pesos, Elías ha llegado a dejárselos a los comerciantes a $300 pesos. Una diferencia abismal que genera en él una profunda impotencia.
Es inevitable no sentir frustración, pues trabajar arduamente cada madrugada y no ver los frutos de su esfuerzo, llega a un punto de quiebre que pareciera no ser consolado por nada ni por nadie. Por eso, siente incertidumbre de no poder brindarles a sus hijos y a su esposa la vida que merecen. Una lucha constante contra la precariedad que lo consume día a día.
La historia de Elías es de resistencia, de conexión con la naturaleza y de lucha por una vida digna. Es una historia que nos invita a reflexionar sobre el valor del trabajo, la importancia de preservar nuestro entorno y la necesidad de apoyar a las comunidades que viven en armonía con él. Hoy más que nunca, sé que Elías está aún en la pesca interminable de sus sueños, remando más, y más fuerte contra las corrientes del olvido.
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