«¿Y si me pica? Salud sexual sin vergüenza.»

Por: Emmanuel Vasquez, Saray Fonseca, Darlis Barrios, María José Rumbo
Estudiantes de Psicología de la Universidad del Magdalena – Bloque 10.

Sección 1: ¿Y si me pica… y no sé a quién contarle?

A ver, seamos sinceros: a todos nos ha pasado. Una picazón, una molestia, un flujo raro, un granito en una parte que nadie ve. Lo primero que podríamos pensar es: “¿Será grave?”, seguido por: “Qué pena preguntar”. Y ahí nos quedamos… callados, buscando en Google o preguntándole al amigo que menos debería aconsejarnos.

La verdad es que muchas personas viven con dudas sobre su salud sexual pero no se atreven a hablarlo, ni siquiera con el personal de salud. ¿Por qué? Porque nos enseñaron que el cuerpo se revisa… pero solo si no tiene que ver con placer, con deseo o con sexo.

¿Te suena familiar?

En atención primaria, que es ese primer espacio donde deberíamos sentirnos seguros para hablar de todo todavía hay silencios incómodos cuando se trata de sexualidad. Y eso es peligroso. Porque la vergüenza no previene infecciones, no detecta a tiempo una enfermedad, no da acceso a métodos anticonceptivos ni resuelve el miedo al rechazo.

Este blog no es para juzgarte ni para decirte qué hacer. Es un espacio para hablar claro, sin tabúes ni censuras. Para que entiendas qué es salud sexual, por qué debería importarnos a todos, qué está pasando hoy (no todo está bien), y qué se está haciendo desde la atención primaria para mejorar el acceso, la educación y el respeto en torno al sexo, el cuerpo y el placer.

Así que si alguna vez te ha picado y no sabías si era normal, si te han juzgado por preguntar, o si solo quieres aprender para cuidar mejor de ti y de otros, este blog es para ti.

¿Te animas a seguir leyendo?

Sección 2: La salud sexual también es salud.

Cuando escuchamos “salud”, automáticamente pensamos en presión arterial, vacunas, resfriados, dolores físicos. Pero rara vez pensamos en salud sexual. ¿Por qué será?

La Organización Mundial de la Salud lo dice claro: la salud sexual es un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad. No se trata solo de prevenir enfermedades, sino también de poder vivir tu sexualidad con libertad, seguridad, y sin miedo ni vergüenza.

Eso incluye:

– Poder decir sí… o no.

– Tener relaciones sexuales placenteras y consensuadas.

– Acceder a información clara y sin juicio.

– Sentirte cómodo hablando de tus genitales, tu orientación sexual, tus dudas.

¿Y adivina qué? Todo eso también se puede y se debe abordar desde la atención primaria. El centro de salud de tu barrio, el médico general, la enfermera del consultorio, deberían ser personas con quienes puedas hablar sin que se te suban los colores a la cara. Porque el primer nivel de atención es el lugar ideal para la educación sexual, la prevención de ETS, el acceso a métodos anticonceptivos, e incluso el acompañamiento emocional si hay situaciones de violencia o abuso.

Pero para que eso funcione, necesitamos que el sistema de salud y la sociedad dejen de tratar la sexualidad como un tema incómodo o para después. Porque después muchas veces es demasiado tarde.

La salud sexual no es un lujo, no es un capricho. Es parte del cuidado integral del cuerpo y del bienestar. Así como te haces un chequeo general o te vacunas contra la gripa, también deberías poder revisar tu salud sexual con confianza y sin miedo.

Y sí: si te pica, también es parte de eso. Así como si sientes miedo, placer, dudas o curiosidad. Todo eso entra dentro de lo que hay que cuidar.

Sección 3: ¿Y el sistema, qué?

Hablemos claro: muchas veces no es que no queramos cuidar nuestra salud sexual, es que el sistema tampoco ayuda mucho.

Imagina esto: decides ir al centro de salud porque tienes una duda o una molestia genital. Llegas, haces la fila, entras… y lo primero que notas es la cara incómoda del profesional cuando le dices: “creo que tengo algo ahí abajo”. O peor, te suelta un “eso pasa por no cuidarse” sin ni siquiera revisarte. Y sales de ahí con más culpa que información.

Eso pasa más seguido de lo que debería. Y aquí van algunos de los problemas más comunes:

1. Estigmas y prejuicios

Muchas personas, incluso dentro del personal de salud, siguen pensando que hablar de sexo es “poco profesional” o “vergonzoso”. Esto genera ambientes tensos y poco empáticos.

Frases como:

– “¿Y tú por qué estás teniendo relaciones tan joven?”

– “¿Usaste protección o no?”

– “Eso te pasa por hacerlo indebidamente.”

Siguen existiendo, y hacen que la gente no quiera volver a ir con el personal de salud nunca más.

2. Barreras de acceso

En algunas zonas, ni siquiera hay personal capacitado para resolver dudas sexuales básicas. Hay centros sin preservativos, sin pruebas rápidas para ETS, sin información clara. Y si hay algo, no se promueve.

Además, el tiempo de consulta es corto, y la salud sexual suele quedar al final… o fuera del guión.

 3. Desinformación y silencios

Muchos adolescentes, adultos jóvenes y hasta personas mayores tienen ideas erradas sobre anticoncepción, infecciones o consentimiento. Pero como el tema “no se toca”, la ignorancia se hereda.

Y claro, en redes sociales circula de todo: mitos, recetas mágicas, influencers sin formación médica. ¿Y quién corrige eso? ¿Dónde está la voz oficial? La atención primaria podría ser esa voz… si se lo permitimos.

El panorama no es fácil, lo sabemos. Pero también es cierto que cada vez más personas están alzando la voz para que la salud sexual deje de ser un tabú y se convierta en una prioridad.

¿Quieres saber qué se está haciendo hoy para cambiar eso? Quédate que lo vemos en la siguiente sección.

Sección 4: ¿Qué se está haciendo? ¿Sirve?

A pesar del silencio y las prohibiciones, hay buenas noticias: sí se están moviendo cosas. Y muchas desde donde empieza todo: la atención primaria.

No estamos diciendo que todo esté perfecto, pero hay esfuerzos reales por llevar la salud sexual a donde siempre debió estar: cerca, clara y sin juicio. Aquí te contamos algunas estrategias que ya se están aplicando y que están marcando la diferencia:

1. Anticoncepción accesible y con opciones

Ya no se trata solo de pastillas y condones. En muchos centros de salud se está ampliando el acceso a métodos anticonceptivos de larga duración como las inyecciones anticonceptivas y la vasectomía en hombres. Además del aumento en las campañas realizadas para concientizar a la población sobre estos nuevos métodos.

Lo mejor: muchas veces son gratuitos o subsidiados, especialmente para jóvenes y personas con bajos recursos.

2. Análisis y diagnóstico temprano de ETS

¿Sabías que desde el primer nivel de atención ya se están haciendo pruebas rápidas para VIH, sífilis y hepatitis B?

Además, existen campañas itinerantes que llevan estas pruebas a colegios, ferias comunitarias o zonas rurales. La idea es detectar a tiempo… sin miedo y sin regaños.

En algunos centros, también se está capacitando al personal para tratar infecciones como gonorrea o VPH sin juzgar, con tratamiento y seguimiento adecuado.

3. Educación sexual en serio (no solo biología de sexto)

Ya no basta con decir «usa condón». Desde la atención primaria se están promoviendo espacios de psicoeducación sobre consentimiento, placer, diversidad sexual, relaciones afectivas y más.

Algunos ejemplos:

– Charlas en colegios con lenguaje sencillo.

– Grupos de apoyo para jóvenes LGBTQ+.

– Sesiones individuales donde puedes preguntar lo que sea (sí, incluso eso que nunca te atreviste a decir).

4. Atención digital y confidencial

Gracias a la telemedicina, ahora puedes consultar con personal capacitado desde tu casa. Esto ha sido clave para personas en zonas rurales o para quienes sienten vergüenza de asistir en persona.

Y sí, puedes hablar de flujo, condones, erecciones, sexo… todo por videollamada o chat médico.

5. Casos que inspiran: programas reales

Colombia: El programa de salud sexual y reproductiva del Ministerio de Salud incluye atención en centros de salud, brigadas móviles y acceso a métodos modernos sin costo.

Chile: A través de los CESFAM (Centros de Salud Familiar), se ofrecen consejerías sexuales gratuitas para jóvenes.

México: Existen módulos amigables para adolescentes en centros de salud, donde se prioriza el trato empático y la confidencialidad.

¿Y sirve todo esto? Claro que sí… cuando se hace bien y sin prejuicios. Cada vez que alguien se va con respuestas en lugar de culpas, cada vez que un profesional escucha en vez de juzgar, se está transformando la salud sexual desde la base.

Y tú también puedes ser parte del cambio. ¿Quieres saber cómo? Te lo contamos en la última sección.

Sección 5: ¿Y yo qué puedo hacer?

Hasta aquí ya sabes que la salud sexual no es solo cosa de médicos, condones o enfermedades. También es cosa tuya. Mía. Nuestra.

Te ha pasado que, después de leer algo importante, te preguntas: “¿Y ahora qué hago con esto?”

Bueno, acá van algunas respuestas. Porque cambiar la forma en que hablamos, vivimos y cuidamos la salud sexual empieza en lo cotidiano. Y aunque no lo parezca, hay mucho que puedes hacer:

1. Escucha sin juzgar

Si un amigo, pareja o familiar te cuenta que tiene una ETS, que está confundido sobre su orientación sexual o que tiene dudas sobre su cuerpo… no te burles ni des consejos apresurados. Escucha, acompaña, y si puedes, sugiere que consulten en el centro de salud.

A veces, ser ese primer oído empático es más importante que cualquier medicina.

2. Habla de estos temas

Sí, da pena al principio. Pero hablar abiertamente de salud sexual en tu círculo más cercano rompe mitos, normaliza el autocuidado y genera confianza.

Puedes empezar preguntando cosas como:

– “¿Sabes dónde te harías una prueba de ETS?”

– “¿Cuál método anticonceptivo conoces?”

– “¿Has tenido alguna experiencia incómoda en consulta médica?”

Créelo: Esas conversaciones salvan vidas y previenen mucho sufrimiento.

3. Cuida sin miedo ni tabú

Revisar tu cuerpo, conocer tus flujos, tocarte con conciencia, usar condón, pedir exámenes de rutina: todo eso es autocuidado, no pecado.

Y si algo te pica, te arde o te incomoda, consulta a tiempo. No te automediques ni esperes a que pase solo. Tu salud vale mucho más que la pena momentánea.

4. Infórmate y comparte info buena

No todo lo que ves en TikTok o Instagram es confiable. Busca fuentes oficiales: ministerios de salud, líneas de atención, profesionales certificados.

Y cuando encuentres info buena, compártela. Que seamos más los que educamos que los que confundimos.

5. Exige un trato digno

Si alguna vez te han hecho sentir mal al hablar de tu salud sexual en un centro de salud, tienes derecho a decirlo y pedir respeto.

Y si eres parte del sistema de salud (o estás en formación cómo en nuestro caso), recuerda: no se trata solo de saber medicina, sino de saber escuchar, acoger y acompañar.

Para terminar…

Este blog no es un tratado, ni una guía mágica. Es solo una conversación que hacía falta. Porque sí, a veces pica, duele, asusta o confunde. Pero también puede educar, sanar y empoderar.

Y si empezamos a hablar de salud sexual sin vergüenza, desde lo cotidiano y lo humano, estaremos cuidando algo más que cuerpos: estaremos cuidando libertades, derechos, vínculos… y dignidades.

Gracias por leer. Gracias por cuestionarte. Y sobre todo: gracias por atreverte a cuidar de ti, también en lo que no siempre se ve.

Nos vemos en la próxima consulta, charla o conversación incómoda (pero necesaria).

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