En medio de la ola de la digitalización, actualmente los jóvenes queremos moldear nuestros ideales, formas de vestir y comportamientos a las influencias envanecidas en las redes sociales, junto a esos dominios han regresado las ideas de encasillar las conductas de nuestro actuar, a un género, a lo que se supone que es el “deber ser”.
Haciendo memoria, estos conceptos son propios de las sociedades patriarcales; sí, esas mismas de las que esta nueva generación, ha dicho ser detractor. Es incoherente el retroceso a cuando se esperaba que los hombres fueran el sostén de la familia y los protectores, mientras que las mujeres debían ser el “corazón del hogar”, las que “edificaban” y así se media su nivel de sabiduría. Traer estos estereotipos al hoy puede contribuir a las limitaciones del desarrollo de las personas:
Por ejemplo, se ha normalizado la sugerencia de que los hombres deben ser líderes por naturaleza, fuertes, caballerosos, proveedores, resolutivos, seguros y en las mujeres se espera que actúen con; delicadeza, elegancia, sumisión, serenidad y espera a las decisiones de su “varón”, esto puede ocasionar que ambos no se abran a ciertas oportunidades en distintos escenarios, por sentir que no se ajustan a estos estereotipos.
El movimiento feminista nos ha hecho grandes aportes, precisamente la afirmación que los rasgos anteriormente mencionados no son de género, son de humanos y que al compartir estas etiquetas como “masculinos” o “femeninos”, estamos reforzando la idea de que hombres y mujeres, más allá de la biología somos extremadamente distintos, porque esta noción lo único que ha causado es la justificación de la desigualdad de trato y la discriminación durante siglos, sí bien, es posible que entre hombres y mujeres existan cualidades diferentes, pero no capacidades, es allí, en donde yace la crítica y el deseo de no seguir encasillando y construyendo nuestros actuares de acuerdo a las etiquetas.
T0 dieron "Me gusta"Publicado en Antropología y Género, Derecho, Humanidades
Comentarios
Hola, Fernando. He visto varios videos en los que se distingue a las mujeres de los hombres con base en la llamada “energía”. Sin embargo, estas creencias perpetúan estereotipos de género y refuerzan la idea de que existen diferencias esenciales e irreconciliables entre ambos, haciendo creer a la sociedad que son realidades que existen y de ellas depende nuestro actuar. Lo interesante de todo esto, es cuestionarnos ¿por qué cuando hablamos de los derechos de las mujeres acudimos a diferencias físicas y ahora energéticas?.
Mil gracias por compartir tu blog