Fortaleciendo la autonomía en el aula: una estrategia inclusiva para estudiantes con trastornos del neurodesarrollo

 By: Camila Chacuto, Mariabelen Duarte, Tania Márquez y Gabriela Gómez 
En América Latina, según Martínez et al. (2025), entre el 10 y el 15% de los niños y niñas enfrentan alguna discapacidad o dificultad de aprendizaje, convirtiendo la educación inclusiva en una responsabilidad no solo del Estado y la escuela, sino también de la comunidad y la familia. En Colombia hemos visto avances en el cumplimiento del derecho a una educación inclusiva, la cual, según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF, 2021), debe basarse en el respeto y el reconocimiento de las diferencias por las que atraviesan ciertas personas, para así poder desarrollarse, aprender y expresarse, sin importar el entorno educativo en el que se encuentren. 

Sin embargo, a nivel nacional y regional todavía existen barreras, como la falta de caracterización de los estudiantes con necesidades diversas, infraestructuras inadecuadas, capacitación docente insuficiente, entre otras, que limitan la participación plena de estos estudiantes, convirtiéndolo en un desafío. La inclusión no es solo abrir las puertas de la escuela: es dar herramientas reales para que cada estudiante pueda aprender, participar y ser autónomo.

Entendiendo los trastornos del neurodesarrollo

Para hablar de inclusión, primero debemos comprender a quiénes va dirigida esta propuesta. Según el DSM-5, los trastornos del neurodesarrollo son el conjunto de trastornos y dificultades mentales que tienen su origen durante la primera infancia o el proceso de desarrollo. Generalmente se pueden detectar los primeros síntomas de manera temprana, y pueden deberse a un desarrollo no neurotípico del cerebro o a la presencia de alteraciones o lesiones en su maduración. Estos generan dificultades en la adaptación y participación social, donde la actividad se ve limitada o alterada, a diferencia de lo habitual en otros individuos con la misma edad.

Dentro de este grupo encontramos:

  • Discapacidades intelectuales: pueden ser de gravedad leve, moderada, grave y profunda. Implican limitaciones en el funcionamiento intelectual y en el comportamiento adaptativo; es decir, limitaciones en el razonamiento, la resolución de problemas, el pensamiento abstracto, el juicio, el aprendizaje a partir de la experiencia y el rendimiento académico.
  • Trastornos de la comunicación: como el trastorno del lenguaje, la tartamudez o la comunicación social, que afectan la forma en que las personas se expresan y se relacionan.
  • Trastorno del Espectro Autista (TEA): caracterizado por retos en la comunicación, la interacción social y la comprensión de las relaciones.
  • Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH): implica dificultades para mantener la atención, acompañado de impulsividad e hiperactividad.
  • Trastornos del desarrollo motor: como los tics o problemas de coordinación, que limitan el uso de las funciones motoras en la vida cotidiana.
  • Trastornos específicos del aprendizaje: como la dislexia, disgrafía o discalculia, que dificultan la lectura, la escritura o las matemáticas, aunque no afectan la inteligencia.
  • Otros trastornos del neurodesarrollo: que no encajan en categorías previas, pero también generan limitaciones significativas en la vida diaria.

Conocer esta diversidad nos ayuda a entender que no existe un único perfil de estudiante, sino múltiples realidades que requieren respuestas pedagógicas flexibles y respetuosas.

Un modelo que empodera

Para entender nuestra propuesta, primero debemos conocer estas dos teorías: el Modelo Ecológico de Bronfenbrenner y el Modelo de Empoderamiento de Rappaport, que articulamos para crear una propuesta teórico-práctica.

  • El Modelo Ecológico de Bronfenbrenner ofrece un marco comprensivo para analizar las múltiples capas de influencia que afectan el bienestar, desde lo micro —como la familia y los pares— hasta lo macro —como los contextos comunitarios y sociales—. Esta visión sistémica es fundamental para entender cómo los factores individuales se interrelacionan con las dinámicas de cada estudiante, permitiendo diseñar estrategias de intervención que no solo aborden necesidades aisladas (Domínguez & Ramírez, 2021; Mendes & Silva, 2020).
  • El Modelo de Empoderamiento de Rappaport sostiene que la verdadera transformación social ocurre cuando los individuos y grupos desarrollan capacidades para influir en sus condiciones de vida, fortaleciendo su autoestima, autonomía y sentido de pertenencia (Flores et al., 2019). Así, niños, niñas y adolescentes se convierten en sujetos activos de su propio desarrollo y agentes de cambio en la comunidad.

La unión de estos modelos nos permite ver la educación inclusiva no como un reto aislado, sino como un proceso colectivo en el que todos tenemos un rol.

Ejecución en acción

Imaginemos un aula donde las rutinas están organizadas con pictogramas, donde se usan historias sociales para aprender a participar en grupo y donde la tecnología se convierte en un aliado, no en una barrera. Este es nuestro objetivo: diseñar e implementar una estrategia inclusiva orientada al desarrollo de la autonomía en estudiantes con trastornos del neurodesarrollo.

¿Cómo lo lograremos?

  1. Identificando las barreras que limitan la autonomía en el aula.
  2. Involucrando a las familias y a la comunidad educativa en la promoción de la autonomía.
  3. Implementando metodologías inclusivas.
  4. Evaluando el impacto en la autonomía y desempeño de los estudiantes.

Cuatro ejes de ejecución

    •  Implementación de agendas visuales, pictogramas, calendarios y rutinas para anticipar actividades y reducir la ansiedad.
    • Señalización clara de los espacios y uso de materiales visuales que orienten la autonomía.
    •  Uso del método TEACCH, que estructura el aula en zonas específicas (lectura, juego, trabajo individual) para favorecer la comprensión del entorno y la independencia.

    2. Metodologías inclusivas para fortalecer la autonomía

    • Historias sociales y guiones sociales para explicar situaciones cotidianas, por ejemplo: cómo participar en clase o en un cumpleaños, esto para promover conductas autónomas y adaptativas.
    • Aprendizaje cooperativo y tutoría entre pares y así fomentar que los estudiantes aprendan con y de sus compañeros, permitiendo que los estudiantes con trastornos del neurodesarrollo asuman roles activos.
    •  Metodología de aprendizaje sin error:  diseñar actividades secuenciadas que reduzcan la frustración y fortalezcan su autoestima.
    • Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA): adaptar contenidos con múltiples medios de representación, acción y motivación, de modo que todos puedan participar.

    3. Uso de TIC y recursos digitales

    • Integración de aplicaciones interactivas para trabajar la comunicación, la lectoescritura, las funciones ejecutivas y las habilidades sociales, ejemplo: pictogramas digitales, apps para estructurar rutinas.
    • Uso de pizarras digitales, realidad aumentada y recursos multimedia que promuevan aprendizajes más significativos.
    • Incorporación de apoyos tecnológicos como tablets o softwares accesibles que faciliten la participación autónoma en las actividades escolares.

    4. Trabajo con la familia y la comunidad educativa

    • Talleres de sensibilización a padres y docentes sobre el desarrollo de la autonomía y la importancia de no caer en la sobreprotección.
    • Escuelas de familia para compartir estrategias de apoyo en el hogar como el establecimiento de rutinas, responsabilidades en casa, refuerzos positivos. 
    • Coordinación con profesionales externos (psicólogos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos) para garantizar un acompañamiento integral.
    • Creación de una red de apoyo escolar y comunitario para sostener los avances en la autonomía de los estudiantes.

    Con esta estrategia buscamos que los estudiantes desarrollen mayor autonomía en la escuela y en su día a día, que las familias participen activamente en su proceso educativo y que la comunidad escolar entienda que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para aprender a convivir mejor.

    La implementación no será inmediata, pues, se proyecta en un plazo de 3 a 5 años. Durante los primeros 12 a 24 meses se capacitará a los docentes, se realizarán jornadas de sensibilización con las familias y se adaptarán los currículos y las aulas. En los dos años siguientes, las estrategias se aplicarán directamente en el aula, acompañadas de un seguimiento constante a los estudiantes. Finalmente, en el último año, se busca consolidar la propuesta a nivel institucional para garantizar su sostenibilidad en el tiempo.

    Evaluación: aprender del camino

    La evaluación de la estrategia se realizará de forma continua y participativa, con el fin de verificar el cumplimiento de los objetivos propuestos y ajustar las acciones según las necesidades identificadas.

    Se desarrollará en tres momentos:

    La evaluación de la estrategia será continua y participativa, para verificar objetivos y ajustar acciones según necesidades.

    1. Diagnóstica (inicio): encuestas y entrevistas a docentes, familias y estudiantes; revisión de planes de aula y observación directa para establecer línea base.
    2. Formativa (durante): seguimiento con listas de chequeo, diarios de campo y rúbricas; reuniones de retroalimentación con docentes, familias y profesionales aliados.
    3. Sumativa (al cierre de cada fase): comparación de niveles iniciales y finales de autonomía y desempeño académico; valoración de la participación familiar; encuestas de percepción; sistematización de buenas prácticas.

    Esta propuesta responde a la necesidad urgente de fortalecer la educación inclusiva en Colombia, especialmente para estudiantes con trastornos del neurodesarrollo. Desde el enfoque ecológico y el empoderamiento, buscamos atender necesidades individuales y transformar los entornos educativos en espacios accesibles, participativos y respetuosos de la diversidad.

    La autonomía es el eje de esta estrategia, porque es la clave para la inclusión efectiva. Involucrando a docentes, familias y comunidad, construimos una red de apoyo que favorece la permanencia, el aprendizaje y la participación activa de todos los estudiantes.

    Finalmente, esperamos que esta intervención no solo impacte positivamente a los estudiantes beneficiarios, sino que también contribuya a una cultura escolar más inclusiva, equitativa y humana, donde cada niño, niña y adolescente tenga la oportunidad de desarrollarse plenamente y ejercer sus derechos.

    REFERENCIAS

    Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). (2021). El Derecho a una Educación Inclusiva. Instituto Colombiano del Bienestar Familiar. https://www.icbf.gov.co/mis-manos-te-ensenan/el-derecho-una-educacion-inclusiva

    Martines, C., Duryea, S. y Pereira, M. (2025). Cerrar la brecha mediante la educación inclusiva en América Latina y el Carribe.

    Domínguez, M. y Ramírez, S. (2021). Intervenciones ecológicas en psicología: un enfoque integral para el bienestar social. Revista Latinoamericana de Psicología Comunitaria, 14(2), 123-138.

    Mendes, V. y Silva, J. (2020). Modelo ecológico y prácticas comunitarias: un puente hacia la transformación social. Revista de Psicología Comunitaria, 15(1), 77-91.Rappaport, J.

    Flores, P., Martínez, R., & Sánchez, A. (2019). Participación y agencia en procesos de intervención social. Psicología y Sociedad, 11(1), 45-60.

    Castillero, O. (2017). Los 7 tipos de trastornos del neurodesarrollo (síntomas y causas). Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/clinica/tipos-trastornos-neurodesarrollo.

    Herrera, L. (2023). ¿Qué son los trastornos del neurodesarrollo (TND)?. IBERO. https://ibero.mx/prensa/que-son-los-trastornos-del-neurodesarrollo-tnd

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