En la familia sindiásmica se da un “matrimonio por grupos”, en la cual una mujer podía tener varios esposos, pero siempre tendría uno “principal”, lo mismo pasaba con el hombre y su relación con varias mujeres. Este sistema fue cambiando con la prohibición del matrimonio entre hermanos, las relaciones entre hombres y mujeres se adaptaron a la monogamia, sin embargo, los hombres seguían teniendo el derecho a ser infieles con libertad, lo que para las mujeres era totalmente diferente, si eran descubiertas cometiendo adulterio debían someterse a un castigo cruel y despiadado, su libertad sexual variaba dependiendo del lugar donde viviera. Aparte, aquellos hijos que surgieran de esta unión serían responsabilidad únicamente de la madre.
La infidelidad conyugal constituye una construcción sociocultural resultado de la instauración del patriarcado al derogar el derecho materno, y por tanto comporta en sí mismo, significados claramente diferenciados para hombres y mujeres. Sabemos que esta fue el primer tipo de familia con características propias de una relación monogámica. El matrimonio monogámico, devino una institución de poder masculino que buscó, según la teoría de Engels, asegurar la fidelidad de la mujer para garantizar la paternidad indiscutible de los hijos (sus herederos), regulando, mutilando, anulando la sexualidad femenina y al mismo tiempo legitimando la infidelidad masculina exaltada mediante los mitos de la sexualidad de los hombres, (fragmento del artículo Un análisis feminista de la infidelidad conyugal).
Actualmente, la sociedad repudia las infidelidades de las mujeres, incomoda porque sale de nuestro rol de servicio y entrega, videos son tendencia en redes sociales como un castigo social y en países extremistas sí es físico, mientras se sigue normalizando las infidelidades de los hombres porque es lo que nuestras madres, abuelas y demás antecesoras justificaron con la frase de “está en su naturaleza”, entonces encontramos un hombre leal y lo enaltecemos, como si fuera increíble ya que “la carne es débil”, sin embargo, esta generación desea deconstruir la visión patriarcal sobre las relaciones y concientizar acerca del consentimiento de ambas partes acerca de las decisiones o “contrato verbal” en el que se establezca la percepción de cada uno acerca del respeto y los acuerdos en los que cada pareja se sienta satisfecha, en sus diferentes formas de ver la fidelidad y todas válidas.
A pesar de esto, en la familia sindiásmica ambas partes tenían total libertad para dar como terminada esta unión (divorcio), lo que hoy se sigue evidenciando en Colombia, el cual en promedio 28 parejas se separa cada día y una cada hora, según las estadísticas del Colegio Nacional de Notarios. Su objetivo al contraer matrimonio era la procreación y la crianza de los hijos como herramienta para mantener sus bienes, lo que actualmente no es razón suficiente para atarte permanentemente a una persona, nuestra generación si es que aspira al matrimonio (porque muchas personas no quieren casarse), lo harían con una persona con quien llevasen un vínculo sólido y construido en base a muchos momentos que dieron por sentado el deseo de casarse, es decir, el amor y todos esos valores individuales que buscamos tener en nuestra relación para sentirnos cómodos, es la base del matrimonio.
Tampoco hay afán por tener descendientes, las parejas desean realizarse como profesionales, tener tiempo de más para el ocio, tienen en cuenta su inestabilidad financiera y el estado del mundo, que no es el mejor en cuanto al cambio climático, la contaminación, la escasez del agua, entre otras problemáticas, o simplemente no quieren criar a nadie, así tengan todo a su favor.
Aunque podemos considerar que la familia sindiásmica en el contexto social que tenemos actualmente y en el conocimiento de los términos de familia, matrimonio, relaciones amorosas, fidelidad, libertad sexual y de escoger propiamente a nuestras parejas, podemos considerar que sería una modelo políticamente correcto, ya que su estructura se separa de los términos de la familia tradicional monogámica y a su vez lo relacionamos con ideas de culturas pocas evolucionadas comparada con civilización que tenemos, aunque si es cierto que su ideologías se basan de un factor cultural a menudo visto en pueblos indígenas en América, no hay que quitar el hecho de que estos conceptos han sido influencia para la idea actual de familia, con el sentido de promover valores de intimidad y compromiso agrandando factores de roles de géneros y haciendo al hombre y la mujer una unidad básica de convivencia volviendo así parejas más estables y exclusivas.
Separar la familia sindiásmica como algo erróneo de nuestra civilización es quitarle el peso evolutivo que tiene en el sistema de familia de hoy en día, además, ¿actualmente tenemos una estructura familiar perfecta? Si bien la familia sindiásmica implicaba un desafío en términos de mantener una estabilidad afectiva y organización entre la diversidad del matrimonio; lo que llevó a diseñar controles para evitar conflictos como lo era tener una jerarquía o roles para así reconocer la autoridad de la familia y la responsabilidad de cada miembro.
En cuanto al predominio del hombre sobre la mujer y la división del trabajo, en el que la mujer se encargaba del cuidado del hogar y los hijos, mientras que el hombre se dedicaba a la caza, a la pesca o la agricultura, según el Dr. Roberto Rosler, debido a que evolutivamente se les asignaron esas tareas, las mujeres desarrollan mejor el sistema límbico y por ello deberían ser más inteligentes emocionalmente que los hombres. Por eso, hoy en día en Colombia pueden elegir su profesión, pueden participar en la política y acceder a la educación, sin embargo, los roles de género siguen siendo motivo de lucha para las mujeres de las que se sigue esperando comportamientos domésticos: que se encarguen de los niños, cocinen y limpien la casa, mientras que los hombres se encargan de las finanzas y de las reparaciones del hogar y el cual, muchas se someten ante esto porque no tienen la posibilidad ni las condiciones suficientes para romper el patrón en el que han sido criadas o condicionadas y las mujeres que deciden trabajar o estudiar son juzgadas por no querer pasar tiempo con sus hijos y el nivel de paternidad es tan bajo, que un padre cambia un pañal y ya es un superpadre.
En otros países como Afganistán, que ocupa el primer puesto como el lugar del mundo más peligroso para ser mujer debido a la violencia, insalubridad o pobreza a las que enfrentan diariamente las mujeres afganas. La guerra, el conflicto latente o los años vividos bajo el régimen Talibán han provocado algunas de las prácticas más aterradoras contra ellas. Una de cada 11 afganas muere durante el parto, según UNICEF, y el 80% de mujeres y niñas son forzadas a casarse, de acuerdo con datos publicados por la organización IRIN. Además de ser víctimas de agresiones sexuales, violencia física o crímenes de honor; el 77% sufre discriminación laboral, el 94% están incapacitadas económicamente y el 91% reciben castigos físicos, según los datos extraídos de una encuesta realizada por TrustLaw. Leyendo este panorama, definitivamente en nuestra burbuja hemos progresado en cuanto a los derechos de la mujer y se pueden fomentar, pero también vulnerar, por eso es importante crear políticas orientadas a las familias para promover la igualdad de género en la diversidad de modelos familiares del mundo de hoy.
Consideramos que la organización y estructura de estas familias no son auténticamente malas, siempre y cuando esté acordado por ambas partes. Lo que sí está mal son los castigos que implica el incumplimiento de alguna norma en cuanto a la relación, puesto que no hay un pecado suficiente para recurrir a tales penas. Toda estructura familiar tiene sus pros y contras, son apoyadas y a la vez criticadas, tienen derechos y deberes, están regidas por factores sociales y culturales.
Por suerte, hoy en día son cada vez menos las culturas en las que se implementa esta estructura familiar, y gracias al progresivo reconocimiento de los derechos humanos en los países atrasados en este aspecto, parece estar yendo cada vez más en declive. Lastimosamente, uno de los principales impedimentos para que esto suceda es lo arraigadas que se mantienen algunas religiones a la raza humana, las cuales promueven actos deplorables y sumamente injustos; por ende, mientras que dichas creencias se mantengan vigentes, consideramos muy posible que se siga presentando la parte cruel de estas familias.
Por otra parte, la creciente igualdad de género podría llevar a una mayor participación de los hombres en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Sin embargo, estas son solo algunas de las posibles tendencias, y el futuro de la familia dependerá en gran medida de los cambios sociales y culturales que se produzcan en los próximos años.
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