Por: ALTAHONA Christopher, CALVO Luz Daniela, RIASCOS Edinson.

Los hay altos, de estatura baja, unos muy calvos a edades tempranas, otros más bien de cabellera abundante, algunos malhumorados por casi todo, otros, sin importarles de qué va la vida en demasía, unos cuantos conforman familia, un puñado; tal vez prefiera viajar, otros sin embargo, deciden esperar lo fortuito hasta introducirse sistemáticamente en presas de lo incierto mirando el tiempo pasar. Parece que alcanzar la “adultez ideal” es una utopía, para nosotros, un sueño, lo cierto es que el ser humano, a lo largo del ciclo vital va teniendo cambios que sin procurar un avance, se convierten en vaivenes bidireccionales y adaptativos a nivel cognitivo, físico y conductual que le permiten connaturalizar de una manera eficiente al contexto en el que se encuentra, empezando desde su nacimiento, la etapa de la infancia, transcurriendo por la adolescencia, para llegar finalmente a la adultez y finalizar su vida en la vejez, hablando en términos de desarrollo humano; lo podemos llamar un proceso natural biológico. En esta ocasión, intentaremos abordar el desarrollo en una etapa, concretamente en la adultez, sin ánimos de ahondar, se retomarán los aspectos del desarrollo por el cual atraviesa el ser humano alrededor de la caracterización de Papalia en 2009 entre los 20 y 65 años en adelante que enmarca las etapas de la adultez, por último, algunas consideraciones finales se prevén concomitantes en los períodos actuales para una visión más general y de cara al quehacer profesional.

Para iniciar, será conveniente traer a este escrito, una definición de lo que conocemos como desarrollo humano y que de acuerdo a Cantero et al. (S.F.), se concibe desde lo psicológico, como una serie de cambios en los seres humanos a lo largo del ciclo vital. Las personas cada vez se van volviendo seres más complejos (biológica, cognitiva y psicológicamente) estos cambios se ven influenciados en gran medida por el contexto en el que se encuentra cada ser humano -histórico, étnico o social-. Con esto en mente, cabe enmarcar a la adultez como periodo “final” del ciclo vital en el que cualquier organismo alcanza su desarrollo pleno, en los seres humanos, por ejemplo, Papalia et al. (2009) lo divide en 3 periodos (adultez joven, media y mayor). La adultez joven ronda entre los 20-40 años, en este periodo el humano se encuentra en plena condición física y de sus capacidades intelectuales; durante estos años se elige aquello que se quiere ser en la vida y se pulen rasgos de su personalidad, hasta establecer relaciones íntimas y sociales que los pueden acompañar por el resto de sus días. La adultez media por su parte, va desde los 40-65 años y se puede notar algún declive en la salud, sus condiciones físicas se ven disminuidas pero su maduración de pensamientos va creciendo cada vez, gracias al acervo eventualmente recolectado en el ambiente que formó, aquí se encuentran en la cima de su trabajo o retirándose, como el caso de los deportistas por su naturaleza física, muchos ya han o piensan en concebir hijos y comienzan a replantear el dominio de sus metas hasta pensar en la muerte.

El adulto mayor que va de los 65 años hasta su muerte son personas con bastantes dificultades físicas a causa de su edad, comienzan a pasar por periodos de tristeza al pensar en las cosas que no hicieron o las que hubieran hecho mejor a lo largo de su vida, además mostrarse bastante afectados por la muerte de sus amigos, familiares, pareja o por su muerte que cada día se avecina más; pero no todo es negativo en esta edad ya que cuentan con mucha experiencia por todo lo vivido y disfrutan compartir con su familia.

No cabe duda de que el contexto inmediato en los tiempos que corren, juegan un papel crucial desde la transición hasta la maduración -de apariencia cronológica- entre los anteriores rangos de edades, abren muy bien la discusión a comprender longitudinalmente los desafíos y rituales propios de la adultez, en términos de hábitos y obtención de metas, (desplazamientos, horarios, tiempo invertido) llegando a traer consigo periodos transicionales aún más extensos, con lo cual, actividades que involucran la cotidianidad para suplir las necesidades básicas y otros procesos más complejos, como la relación con los padres y la salida del hogar, podrían suponer un mayor reto. Desde lo normativo, encontrar un trabajo y continuar con la educación o goce de la jubilación, pueden ser propósitos extremadamente difíciles de cumplir en medio de la cotidianidad y el sueño inalcanzable de la adultez.

Este blog es producto de la asignatura de Desarrollo Humano: Adultez del Programa de Psicología de la Universidad del Magdalena.

 Docente: Johanna Bocanegra Sandoval.

Referencias: 

Cantero, M. ET AL. (S.F.). Psicología del desarrollo humano: del nacimiento a la vejez. Editorial Club Universitario.

Papalia, D. ET AL. (2009). Desarrollo de adultez y vejez. (3ª Ed.). McGraw Hill.

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