En mi experiencia, una de las herramientas más útiles para involucrar a los estudiantes en la construcción del curso es el <strong data-start=»256″ data-end=»268″>glosario. Lo implementé en una asignatura pidiendo a los estudiantes que cada semana añadieran un término clave relacionado con el tema visto en clase, incluyendo su definición y un ejemplo práctico. De esta forma, el glosario no solo se convirtió en un recurso de consulta colectiva, sino en una construcción colaborativa donde cada estudiante tenía un papel activo.
Esta herramienta contribuye al <strong data-start=»662″ data-end=»684″>aprendizaje activo, ya que obliga al estudiante a investigar, sintetizar y aplicar conceptos en un contexto real. Además, funciona como <strong data-start=»802″ data-end=»826″>evaluación formativa, pues el docente puede revisar las definiciones, dar retroalimentación y reforzar ideas incorrectas antes de una evaluación sumativa. También promueve la <strong data-start=»981″ data-end=»997″>colaboración, ya que los estudiantes pueden leer, comentar y complementar los aportes de sus compañeros, generando un repositorio compartido de conocimiento.
Creo que el glosario favorece la autonomía porque motiva al estudiante a ser responsable de su propio aprendizaje y del aprendizaje de la clase en general