Hola a todas y a todos, ¡bienvenidos a este espacio de reflexión!
Quiero compartir con ustedes mi perspectiva personal sobre la transformación del poder en el marco de la lucha feminista en Colombia.
En los últimos años he sido testigo de la puesta en marcha de leyes de paridad de género y de políticas públicas con enfoque de género en nuestro país, cuyo eje central es aumentar la presencia de mujeres en cargos directivos y de poder. Sin embargo, desde hace unos meses me he detenido a cuestionar el significado real de la palabra “poder” y si mi lucha feminista se limita a la idea de que la ocupación de espacios tradicionalmente dominados por hombres constituye, por sí sola, nuestro objetivo. Me parece que esta visión resulta demasiado simplista y poco ambiciosa frente a la complejidad del problema.
Ahora bien, me enseñaron siempre que el poder debía entenderlo como la capacidad de controlar, dominar y subordinar. Por ello debo mencionar definiciones como la de la Real Academia Española, que lo describe como la “facultad o potencia de hacer algo”. Sin embargo, esta perspectiva resulta insuficiente para capturar las complejas dinámicas sociales, culturales y humanas que configuran nuestras relaciones de poder.
Inspirándome en las ideas de Michel Foucault, he llegado a comprender que el poder no es simplemente una posesión o un título, sino una red de relaciones y prácticas que se manifiestan en mecanismos de dominación y obediencia. Este enfoque me lleva a reflexionar que, aunque es vital que las mujeres accedamos a espacios de poder, corremos el riesgo de reproducir estructuras patriarcales si no transformamos las bases mismas del poder.
La reflexión de Rita Segato también me inspira profundamente, pues cuando afirma que “no es poder lo que buscamos, sino el desmoronamiento de todos los poderes”, encuentro un llamado a ir más allá de ocupar cargos de autoridad. Es en este punto en el que me reconozco y entiendo que la verdadera lucha feminista implica cuestionar y desmantelar las estructuras que perpetúan la desigualdad y la violencia.
El desafío que asumo es transformar mi propio concepto de poder, alejándome de un modelo jerárquico y tradicional para apostar por uno verdaderamente inclusivo, equitativo y transformador. Estoy convencida de que solo mediante una revisión profunda y crítica de cómo se ejerce el poder en nuestras sociedades podremos construir un futuro en el que la justicia social sea una realidad para todas las personas.
T0 dieron "Me gusta"Publicado en Antropología y Género, Derechos Humanos, Feminismo, Humanidades
Comentarios