Hace un par de semestres, tuve la oportunidad de orientar el curso de Ofimática y Bases de Datos a un estudiante de primer semestre oriundo de un hermoso municipio del Magdalena. Él era Carlos, un joven delgado de unos 1.60 m de estatura, con muchos sueños y anhelos.

Para Carlos, el curso fue un reto, por lo menos fue lo que me manifestó el tercer día de clases, ya que aprender a usar herramientas ofimáticas como Excel lo empezaba a abrumar y lo comenzaba a sentir como una carga más. Una habilidad “básica” que, en su opinión, no tendría mayor relevancia en su vida profesional. “¿Para qué Excel si soy creativo?”, me decía cada vez que tenía la oportunidad de cruzármelo en algún lugar de la universidad.

Carlos tenía grandes aspiraciones y quería trabajar en una empresa reconocida. Soñaba con tener un puesto importante y, algún día, liderar un equipo que desarrollara proyectos innovadores, como buen creativo que se consideraba. Sus profesores en el colegio siempre le decían que Excel era una herramienta poderosa, pero él solo veía una hoja llena de celdas y números que no le parecían nada atractivos.

El día de su graduación, recuerdo haberlo visto muy emocionado junto a su madre y hermana menor. Con mucha emoción, me decía que había conseguido una entrevista en una de las empresas más prestigiosas del departamento, que había pasado el proceso y, finalmente, fue contratado como asistente de proyectos. Carlos estaba eufórico, dispuesto a dar lo mejor de sí. Sin embargo, me decía que, en su primer día de trabajo, se dio cuenta de que la realidad era muy distinta a lo que había imaginado y que sus tareas diarias incluían análisis de datos, reportes de rendimiento y, sobre todo, cálculos complejos que exigían precisión y rapidez.

Al segundo día, me cuenta Carlos, que su jefe le pidió que generara un informe que requería un manejo avanzado de Excel, y Carlos comenzó a sudar frío, comentándome que recordó nuestras clases y aquellas funciones de Excel que no había valorado lo suficiente: fórmulas, tablas dinámicas y gráficos que ahora parecían indispensables.

Con el orgullo algo herido y con mucha sinceridad, seguía su historia, y me comentó en muchas ocasiones que se quedó trabajando horas extra, viendo tutoriales y recordando lo que apenas había aprendido. Tras varios días de esfuerzo, logró dominar algunas de las herramientas, pero cada error y cada cálculo fallido le hacían pensar en sus clases de Excel y en cómo yo siempre le advertía sobre su utilidad.

Comenzó a perfeccionar sus habilidades y, poco a poco, a destacarse en el equipo. Su jefe notó su progreso y lo felicitó por su eficiencia.

Después de unos meses, Carlos tuvo la oportunidad de presentar un proyecto importante ante los directivos. Preparó un análisis detallado en Excel, incluyendo gráficos interactivos y un informe visualmente impecable. Su presentación fue un éxito rotundo, y todos quedaron impresionados. Gracias a ello, fue promovido y se convirtió en una pieza clave para el equipo.

Carlos me contaba todo esto, y yo solo asentía con la cabeza, pero por dentro sentía un gran orgullo de él, pues sabía del sacrificio de él y su familia para ingresar a la universidad.

Luego de escuchar a Carlos, me despedí de él y sus familiares, deseándoles lo mejor, le apreté la mano y me fui.

Un día cualquiera, Carlos decidió visitarme en el aula donde me encontraba con mis alumnos, precisamente impartiendo una lección de Excel. Entró al aula y me pidió unos minutos para hablar con los estudiantes. Carlos les contó cómo, aunque en un inicio había subestimado la herramienta, Excel se había convertido en su mejor aliado y en la clave de su éxito profesional.

“Aprender Excel cambió mi vida”, dijo Carlos. “Nunca imaginé que algo tan simple me ayudaría tanto. Si yo hubiera puesto atención antes, me habría ahorrado muchas noches en vela.”

Lo miré con una sonrisa cómplice y le di un apretón en el hombro. “Carlos, siempre lo supe”, dije. “No es solo Excel, es la disposición para aprender lo que puede marcar la diferencia.”

Desde ese día, Carlos inspiró a muchos jóvenes en su camino y se convirtió en un verdadero defensor del aprendizaje constante, recordándoles que a veces las herramientas más simples son las que abren las puertas a los logros más grandes.

T0 dieron "Me gusta"Publicado en Ciencia de datos, Comunicación, Educación, Inclusión, Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC)

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