El Caribe colombiano: Breve historia de un Estado ausente

Históricamente el Caribe colombiano ha sido como la cenicienta en la construcción del Estado-nación de Colombia, ha sido usado como un espacio de transición, de transporte, de comercialización, de extracción de recursos, pero sin inversión, con un desarrollo truncado por diversos factores entre esos la desidia, la corrupción, la falta de voluntad política y económica para la prosperidad de esta región.

Tal como lo refleja Múnera (1998), la natural distribución geográfica fue uno de los aspectos que tuvo mayor incidencia desde la autoridad central para el establecimiento de poderes y desarrollo de núcleo urbanos condicionando los tipos de sociedades caracterizándolos según las diferentes regiones.

Esta división natural por la difícil topografía Neogranadina, permitió que las regiones fueran desarrollándose manera autónoma lo que ocasionó precisamente esa ausencia del Estado desde el inicio, por lo tanto, cada región con los pocos o muchos recursos que tenían lograron construir su sociedad, sin embargo; bajo las directrices del Virreinato de la Nueva Granada, ubicado en Santa Fe de Bogotá, se impartían las ordenes y políticas sobre las cuales debían regirse, sin importar los procesos autónomos de cada región.

“Al mismo tiempo que la geografía ejercía una influencia preponderante en la conformación de la Nueva Granada como un hábitat dividido en zonas relativamente aisladas, factores de orden económico y social le imprimirían una distinción racial a las regiones, haciendo de ellas geografías culturales diferenciadas” (Múnera, 1998, Pág. 40).

Este proceso de desarrollo tanto a nivel organizacional como a nivel cultural, creó lo que el antropólogo Peter Wade, la “regionalización de la raza en Colombia”, abriendo una brecha aún más grande entre las regiones, además de la ya existente y compleja geografía, por lo que el interés por las regiones periféricas, Caribe y Pacífico, fue prácticamente nulo, como aún en la actualidad se refleja, esa ausencia, esa apatía por brindarle a los problemas de forma y fondo que se viven en la costa Caribe colombiana.

Cabe mencionar, que la reducción de la población indígena, la llegada de los esclavos negros, la presencia de los españoles y las mezclas de todos estos, diversificó aún más este territorio por lo que se creó imaginarios de cada una de las regiones que a través del tiempo se fueron consolidando y reafirmando, como lo señala Múnera (1998), esto además contaba con los pocos canales de comunicaciones además de la limitación de la movilidad desde la costa Caribe hasta el centro de la Nueva Granada, algo que si bien ha mejorado hoy día, sigue siendo un obstáculo para el acceso, trámites, y puesta en marcha de iniciativas, proyectos de impulso a la región.

Desde el siglo XVIII y anterior a este tiempo, la división geográfica y climática, fueron factores que influyeron en la división político-administrativa del territorio neogranadino, los mercaderes provenientes del viejo continente siempre procuraron adentrarse en las entrañas de este territorio buscando el poder central, donde se ubicaban las personas e instituciones que manejaban los recursos económicos, se tenía proyectado que lugares como el Caribe colombiano era un lugar de transición, de entrada y salida de mercancía, por tanto su desarrollo frente a otras regiones del país ha sido y es en la actualidad diez pasos atrás a pesar de ser de las primeras regiones fundadas, que tienen en ella ciudades tan antiguas como Santa Marta, pero con un atraso en materia de estructuras, políticas, inversiones, educación, economía, como la de la época de la conquista.

Como bien lo reseña Múnera (1998), existía por ese entonces una fragmentación del territorio de la Nueva Granda entre el centro y las provincias, lo que hoy en día aún se ve a pesar de que los canales de comunicación han mejorado, no obstante lo que al parecer si ha cambiado y para bien del poder central del Estado-nación, es imponer la autoridad pero solo por el control de los recursos naturales y el acceso a la exportación e importación que se logra a través del Caribe colombiano.

Múnera (1998), señala que “los esfuerzos de los virreyes ilustrados por imponer su autoridad y una administración central que promoviera un mayor progreso chocaron además con la absoluta falta de recursos fiscales como consecuencia del estado de miseria en que se encontraba la economía del virreinato” (pág. 46), el estado ausente del que nos habla el autor, es el mismo que persiste hoy día, quieren imponer su autoridad, bajo un modelo de gobierno que haga cada vez más ricos a los que ya cuentan con recursos, y seguir explotando al pueblo a través de la imposición de más impuestos, pero con un salario mínimo con el que a duras penas se puede sobrevivir.

El espacio geográfico y el clima no solo fueron los únicos factores que influyeron en la fragmentación regional a lo largo del periodo colonial, que hoy en día refleja lo que es la constitución político-administrativa de nuestro país, sino también a nivel sociocultural cada región desarrolló costumbres, tradiciones, prácticas culturales diferentes que abrieron aún más esa brecha entre el centro, y la periferia como era llamada la costa Caribe colombiana por su lejanía y la dificultad en cuestión de movilidad para desplazarse entre un lugar a otro.

“En el terreno de la cultura, la ausencia de vigor económico reforzó los viejos hábitos de la Conquista, en especial el particularismo de las ciudades” (Múnera, 1998, pág. 50), esto deja entrever que esa no planeación en la construcción del Estado-nación desde la colonización, aún se ve reflejado tanto en lo administrativo de la mala disposición de los recursos para lo largo y ancho del territorio nacional, como desde la particularidad de la ciudades de las cuales no cuenta con unos cimientos sólidos en materia organizacional, política, económica lo que golpea de manera directa el comportamiento social y cultural de los costeños, ya que siempre han visto relegado su papel en la historia de la República de Colombia.

Cabe mencionar en este punto que la cultura es una realidad a través de los elementos que la componen, es decir es algo colectivo, histórico y mental, lo que permite la relación directa con el territorio en el cual se desarrolla una cultura ya que esta surge en la apropiación de un espacio geográfico determinado, sin embargo, es de aclarar que no es lo mismo la apropiación de un territorio para, hablando del Caribe colombiano, los indígenas quienes ya estaban establecidos en este lugar, que para los negros africanos que llegaron como esclavos a adaptarse a un nuevo lugar bajo maltrato, abusos y sometimientos, al igual que es absolutamente diferente la apropiación de ese territorio para los mestizos quienes nacieron, crecieron y se adaptaron al espacio construyendo territorialidad.

La diferencia cultural entre regiones es un factor que no se puede negar, y todo esto se le atribuye a la herencia española, como lo señala Melo (1992), psicológicamente nos hemos mentalizado que debido a todo el proceso de colonización surgió una cultura de fanatismo, la intolerancia es una de las “cualidades” de este Estado-nación, además ese arraigado desdén por el trabajo y la pereza de la población, entre otros aspectos fueron heredados de los españoles.

Toda esa brecha que ha creado el centralismo desde la construcción del Estado-nación en tiempos del Virreinato de la Nueva Granada hasta lo que hoy día conocemos como República de Colombia, ha generado que “la identificación personal siga siendo local y, crecientemente regional: en cierto modo, las regiones se comienzan a crear a partir de los avatares administrativos, del control de recursos económicos por las elites, de los conflictos con el gobierno nacional local, de las guerras civiles” (Melo, 1992, pág. 6).

Por otra parte, Melo (1992), también habla de la discriminación a los criollos como un problema étnico y geográfico, habla de cómo a partir de estos dos factores se atribuyen rasgos en el comportamiento y la actitud de la población de que habita territorio con estas características, tal como la pereza o la desnudez, en el caso de la época neogranadina, en el caso actual persiste el estigmatizar al costeño como perezoso, además que anda ligero de prendas de vestir, no importa si este alcanza un alto grado de estudio, de formación académica o se muestra como un gran intelectual, existirá la estigma de por ser del Caribe colombiano no cuenta con la capacidad requerida por parte de quienes dirigen el poder desde el centro del país.

“El medio hostil puede explicar de algún modo la debilidad o la incapacidad de la población neogranadina, incluso de los criollos. Vargas, por ejemplo, atribuye la pereza y la desnudez de las gentes de las tierras calientes al medio geográfico. Sin embargo, esto no es lo fundamental, pues para la mayoría de la población el influjo negativo del clima se añade a la contaminación racial” (Melo, 1992, pág. 3).

El elemento de identidad es algo que a lo largo de la historia le ha costado al Caribe colombiano, ya que se ha visto que desde la elites de la política nacional se ha hablado hasta de blanqueamiento de las razas, una eugenesia, con el objetivo de purificar la raza y unificar las identidades desde el centralismo, Melo (1992) en su texto expone como pretendía españolizar a los indios haciéndoles creer que eran una raza degenerada ocasionando casi que su extinción.

“Algunos dirigentes intelectuales tratarán de buscar en la población blanca la única posibilidad de definir una sociedad civilizada, mientras que para otros el mestizaje sería el camino para crear la población homogénea que parece requerir el concepto de nación de la ilustración: el mestizo, adaptado al clima, puede superar las limitaciones que su origen étnico puede crearle” (Melo, 1992, pág. 4)

Todo lo expuesto por Múnera (1998), Melo (1992) y otros tantos autores que hablan, analizan y reflexionan sobre la realidad del Caribe colombiano desde su construcción geográfica, política, económica y cultural, coinciden en mostrar un territorio abandonado, resultado de una desidia que por años ha abierto cada vez más la brecha cultural entre los costeños frente a las elites que desde el interior del país manejan los hilos según sus intereses, con el objetivo de un beneficio individual y al mismo tiempo de controlar a su antojo los recursos de esta región. 

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