La educación superior, ¿Requiere una revolución emocional?

Colombia históricamente ha sido un país marcado por disparidad en materia de educación, salud, empleo, ingresos, justicia, servicios públicos, entre otros indicadores sociales que nos posicionan como el segundo país más desigual en América Latina (Portafolio, 2021). Antes de la situación coyuntural generada por el Covid-19 resultaban evidentes las diferencias que imposibilitaban el resguardo de la ciudadanía, en donde las garantías relacionadas con el acceso, permanencia, goce y aplicación de sus derechos estaba disminuido por ausencia de oportunidades; en la actualidad en virtud de la reorganización de lo que antes conocíamos como normalidad se han evidenciado aún más estas diferencias, por lo cual se hace necesario la implementación de acciones que ayuden a disminuir los costos socioeconómicos pos pandemia, en particular aquellos relacionados con la salud y el bienestar psicológico que gran impacto tienen en las personas para desarrollarse de manera integral en las esferas  familiares, sociales, culturales, educativos, políticos.

Siguiendo la línea de disparidad que enfrenta nuestro territorio, circunscribiéndonos a la educación, en Colombia cada vez mas ingresan a la educación superior jóvenes entre los 15 y 16 años, de acuerdo con el Informe de la Educación en Colombia publicado en el 2016 los estudiantes universitarios de nuestro país son menores que sus pares de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico al ingresar a la educación superior y es probable que hayan recibido menos años de educación (Semana, 2017).

En ese sentido, el ingreso temprano a la educación superior trae consigo varias consideraciones que invitan a repensar las acciones que las universidades han planteado para facilitar la adaptación a la vida universitaria, no sólo apuntando a la disminución de la deserción sino aportando elementos que ayuden al adolescente universitario a reafirmar su vocacionalidad, adecuación de las dinámicas y retos propios del ciclo vital en relación con su familia y pares, a asumirse en su nueva condición de estudiante universitario desde sus propias necesidades y diferencias y a afrontar su propia experiencia emocional frente a la vida.

Así las cosas, de acuerdo con datos aportados por la OMS (2021) 1 de cada 7 jóvenes entre 10 y 19 años padece un trastorno mental; la depresión, la ansiedad y los trastornos de comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad de la población adolescente; el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los adolescentes de 15 a 19 años; lo que plantea un desafío importante para las instituciones de educación superior en términos de calidad educativa y de bienestar de sus estudiantes.

De  lo anterior, se desprenden varias  situaciones que pueden causar vulnerabilidad en los adolescentes: el abandono del cuerpo infantil asumiendo su nueva apariencia, las consecuencias psicológicas y sociales que ésta tiene sobre su comportamiento, someterse a los nuevos mecanismos de pertenencia y aprobación social (geek, youtubers, gamers y redes sociales), el acoso en entornos educativos, prácticas de riesgo que suelen comprometer la salud física y el bienestar emocional (sexting, pornografía, consumo recreativo de sustancias).

También se encuentra el desinterés académico e intención de deserción del sistema educativo, el síndrome del aburrimiento crónico, la ansiedad, la presión familiar por el ingreso a la universidad y toda la expectativa que eso trae consigo, el incremento de conflictos familiares, el embarazo y la paternidad adolescente, el sesgo cognitivo en la atención psicológica de hombres respecto a la de las mujeres, las consecuencias psicológicas, sociales y educativas por el aislamiento durante la pandemia por el Covid-19; todas estas situaciones en mención actuando en simultánea pueden propiciar en el adolescente universitario un desborde de sus recursos personales y poner en riesgo su bienestar psicológico, atribuyendo que todas esas situaciones requieren un despliegue mayor de sus capacidades y asumiendo una visión catastrófica y poco realista de las circunstancias actuales de su vida.

Supuestos e imaginarios

Existen unos supuestos o imaginarios sobre la adolescencia que llevan a pensarla como una etapa caracterizada por la rebeldía, el descontrol, crisis de identidad y otras situaciones que suelen comprometer el verdadero propósito de ésta como plataforma para ingresar al mundo de los adultos. Frecuentemente, se plantea que los adolescentes carecen de recursos emocionales suficientes para afrontar los desafíos que le impone la vida y resulta una tarea difícil para padres y docentes entender el comportamiento de los adolescentes y su supuesta incapacidad para prever las consecuencias negativas de sus actos. En general, al referirnos a los adolescentes lo hacemos como un conjunto de personas que poseen las mismas características y que responden de manera homogénea antes las situaciones estresantes o no, sin tener en cuenta la experiencia emocional en relación con el desarrollo físico, las consecuencias psicológicas de los cambios y el comportamiento social que se adopta en función con el género.

Diversos estudios sobre bienestar psicológico en estudiantes universitarios han estado dirigidos a establecer el grado de relación de éste con variables como la personalidad y objetivos de vida (Páramo, Straniero, García, Torrecilla, & Escalante, 2012), en la misma línea se encuentran estudios que lo relacionan con la edad y el sexo (Garcia-Alandete, 2013), la autoeficacia percibida (González, Valle, Freire, & Ferradás, 2012) y tiempo de uso de las TICs (Britos & Estigarribia, 2010) otros como predictor de la salud mental (Moreta, López, Gordón, Ortíz, & Gaibor, 2018) y (Pérez, Ponce, Hernández, & Márquez, 2010), más recientemente se encuentran algunos trabajos relacionados con el impacto del confinamiento por la pandemia del Covid-19 sobre el bienestar psicológico en estudiantes de educación superior (Harvey, Obando, Hernández & De la Cruz, 2021), (Araque, González, López, Nuván & Medina, 2020) y (Iguarán, Jackson, & Carbonel, 2021). Del mismo modo, los estudios que evalúan el bienestar psicológico en adolescentes han tenido como propósito explorarlo en función del ciclo vital (De los Santos & Gutiérrez, 2017), de relacionarlo con patrones de personalidad y síndromes clínicos (Casullo & Castro, 2002), estrategias de afrontamiento (Contini, Coronel, Levin, & Estevez, 2003) y desde perspectivas cualitativas que abordan las nociones de felicidad, satisfacción y bienestar subjetivo (Benatuil, 2003).

No obstante, las investigaciones citadas no han explorado el bienestar psicológico contemplando el sujeto adolescente como unidad de análisis en su condición de estudiante universitario, por tanto con esta propuesta se espera contribuir a la literatura académica sobre el bienestar psicológico en adolescentes universitarios, como punto de partida y/o referencia de este conocimiento diseñar e implementar rutas, planes y programas que den respuesta a las necesidades en salud psicológica de quienes están estructurando su proceso formativo, su sistema de valores, creencias y actitudes para la vida adulta.

Así las cosas, decidir estudiar una carrera universitaria es una tarea compleja que implica el poseer ciertas habilidades cognitivas que permitan la comprensión y puesta en marcha de un conocimiento específico, pero además requiere asumir retos a nivel personal y social. Para algunos adolescentes el ingreso a la universidad resulta ser una experiencia acogedora y llena de oportunidades, para otros se convierte en todo un desafío pudiendo verse alterado sus sistemas de valores, sus relaciones familiares, sus expectativas de vida y su comportamiento social, generándose en el adolescente un desequilibrio o desbalance en la forma como cree que le está yendo en la vida, sintiéndose poco satisfecho y afectando su bienestar psicológico.

Sobre este último aspecto, según Ryff y Keyes (1995) citado en (Mayordomo, Sales, Satoores, & Meléndez, 2016) expresan que la construcción del ser humano se encuentra armonizada por elementos en búsqueda de su potencial, es decir las metas y/o retos constituirán un propósito de vida que da sentido a lo que se hace, y necesariamente implica superar en ocasiones obstáculos. Este bienestar psicológico varia en función de la edad, el género, la cultura y se puede medir a través de algunos de sus componentes tanto afectivos como cognitivos.

Inteligencia emocional en la formación superior

La inteligencia emocional ha sido definida como la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual (Mayer y Salovey, 1997). La inteligencia emocional ha mostrado sus beneficios en múltiples ámbitos. Por ejemplo, diferentes meta-análisis sobre la efectividad de los programas de educación emocional han demostrado que aquellas escuelas que han aplicado un programa de intervención en inteligencia emocional, han incrementado el rendimiento académico de su alumnado, han mejorado su salud física y psicológica y su funcionamiento social. En el ámbito del trabajo, la inteligencia emocional es un importante predictor de variables como el éxito profesional, el salario, el liderazgo eficaz, buen trabajo en equipo o incluso un buen clima laboral y el bienestar personal.

Existe poca literatura o evidencia que sustente adelantos en las universidades colombianas de la importancia de las emociones y la inteligencia emocional en adolescentes que inician su formación profesional, por lo cuál resulta propicio adelantar programas de intervención que le apunten a responder inquietudes como: ¿Cuáles son los determinantes del bienestar psicológico en adolescentes universitarios? y/o ¿De qué manera las universidades pueden proponer programas eficaces que promuevan la salud psicológica de los adolescentes que ingresan a la educación superior?.

Referencias

  • Araque Castellanos, F., González Gutierrez, O., López Jaimes, R. J., Nuván Hurtado, I. L., & Medina Ortíz, O. (2020). Bienestar psicológico y características sociodemográficas en estudiantes universitarios durante la cuarentena por SARS-CoV-2 (Covid-19). Archivos Venezolanos de Farmacología y Terapéutica., 998-1008.
  • Bahamón, M. J., Alarcón Vásquez, Y., Cudris Torres, L., & Cabezas Corcioné, A. (2020). Diseño y evaluación de una escala de bienestar psicológico para adolescentes (BIPSI). Archivos Venezolanos de Farmacología y Terapéutica., 334-340.
  • Benítez Muñoz, J. L. (2014). Análisis factorial de las puntuaciones del CADRI en adolescentes universitarios españoles. Universitas Psychologica, 175-186.
  • Benatuil, D. (2003). Bienestar psicológico en adolescentes desde una perspectiva cualitativa. Pisocdebate 3. Psicología, cultura y sociedad, 43-58.
  • Britos, M., & Estigarribia, R. (2010). Bienestar Psicológico de Estudiantes Universitarios en Relación al Tiempo de Uso de las TICs. Eureka, 128-142.
  • Casullo, M. M., & Castro Solano, A. (2002). Patrones de personalidad, sindromes clínicos y bienestar psicológico en adolescentes. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 129-140.
  • Casullo, M. M., & Castro Solano, A. (2000). Evaluación del bienestar psicológico en estudiantes adolescentes argentinos. Revista De Psicología,, 35-38.
  • Contini, N., Coronel, P., Levin, M., & Estevez, A. (2003). Estrategias de afrontamiento y bienestar psicológico en adolecentes escolarizados de Tucumán. Revista de Psicología de la PUCP, 180-200.
  • De los Santos Pineda, X., & Gutierrez Becerril, J. R. (2017). Medición del bienestar psicológico en adolescentes de Educación Media Superior del Estado de México. Revista de Psicología de la Universidad Autónoma del Estado de México, 61-79.
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  • Iguarán Jiménez, A. M., Jackson Rodríguez, K. S., & Carbonel, E. (2021). Bienestar psicológico en estudiantes de enfermería en tiempos de pandemia. Assensus Revista de Investigación educativa y pedagógica, 57-71.
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  • Pérez Padilla, M. d., Ponce Rojo, A., Hernández Contreras, J., & Márquez Múñoz, B. A. (2010). Salud mental y bienestar psicológico en estudiantes universitarios de primer ingreso de la Región Altos Norte de Jalisco. Revista de Educación y Desarrollo, 31-37.
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Comentarios

  1. Profe Wendy gracias por compartir esta propuesta de intervención desde tu BLOG, la cual resulta a todas luces idónea, pertinente y necesaria.
    De la lectura puedo extraer varias conclusiones, que nos permiten repensar nuestra actividad como docentes:
    El proceso dinámico y flexible de la enseñanza y aprendizaje no debe circunscribirse a los aspectos curriculares; es decir estamos compelidos a ser gestores de salud mental, en eso considero que la Universidad ha iniciado un camino no solo para visibilizar la importancia de esta, sino que se ha transitado hacia la ejecución a través del centro de escucha, el PAP, las actividades de primeros auxilios pedagógicos entre todas aquellas que se viene realizando para constituirnos entre todos como una red.
    De esta idea, rescato no solo la empatía como catalizador de esa primera emoción, percepción y capacidad, para evidenciar una cercanía o un cambio en el paradigma como lo señala @marrieta, entiendo que con tu propuesta se iría mucho más allá al resignificar e inclusive armonizar las funciones o directrices de la Universidad, que en nuestro caso apuntan no solo a permitir una garantía de acceso a la educación de calidad, sino a una permanencia y promoción desde lo académico, pero también propende por generar la singamia con el ser, el cual en el evento de estar ante vicisitudes se puedan gestionar, superar y servir de prototipado o modelo.
    También nos genera el blog la necesidad de intervención desde tu propuesta tal como lo planteas como interrogantes en la parte final. ¿Cuáles serían esos factores que inciden en la afectación emocional de nuestros estudiantes Universitarios? algunos estarán imbricados con los aspectos multidimensionales, pero diagnosticar e identificar a nuestra población es un trabajo que se necesita, con miras a plantear las estrategias adecuadas.

    ¡Me gusto mucho leerte!

    Gracias.

    1. Interesantes conclusiones, las voy a compartir con mis estudiantes de Adolescencia.
      Frente a estas consideraciones hay mucho que trabajar y creo que Bloque10 nos permite confluir con otros docentes que tienen las mismas inquietudes académicas, profe podemos en algún momento trabajar conjuntamente para seguir sumando positivamente a nuestra universidad.

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