Sufrir proviene del síncope del verbo suffero, sufferre que sugiere soportar por debajo o sobrellevar a ocultas algo. De acuerdo con la Real Academia Española (2014) el sufrimiento está asociado con sentir daño físico o moral, ésta última característica asocia profundamente el sufrimiento a nuestra condición humana; sufrir por ende parece ser parte de nuestro repertorio de comportamientos.

Las causas o el origen del sufrimiento humano han sido objeto de estudio de doctrinas, filosofías y diferentes disciplinas a lo largo de la historia de la humanidad, intentando explicar por qué y para qué sufrimos con el propósito de eliminar o controlar todo aquello que no permite conquistar la plenitud o la felicidad como estado permanente. Desde las religiones y doctrinas, por ejemplo, el sufrimiento cumple una función o papel en la existencia humana, éste puede ser el de redimir (sufrimos para pagar culpas) o el de crecer espiritualmente (Elliot, 2020). En el caso de las posturas de redención sufrimos a consecuencia de vivir en un mundo imperfecto, preso del pecado, más específicamente del pecado original, vinculando la culpa de manera inconsciente a nuestros padecimientos: “somos responsables históricamente de nuestro sufrimiento”. Para otras corrientes, como el budismo las personas sufren como consecuencia del apego que han creado y mantienen con las cosas materiales.

La filosofía no podía escapar del entendimiento de las causas que hacen sufrir a las personas y las restringen de vivir una vida en plenitud. Platón y Sócrates creían que el sufrimiento no era más que la falta de conocimiento, la ignorancia era la ilación perfecta con la infelicidad y una forma de conquistar la felicidad era a través de la educación; Aristóteles por su parte, sostenían que el sufrimiento humano es parte natural de la vida y que sufrimos por diferentes situaciones que van desde padecimientos físicos, situaciones externas o por motivaciones intrínsecas, en razón a esto, la virtud era la característica fundamental para superar el sufrimiento, mediante ésta se desarrollaba el carácter y la toma de decisiones sabias y justas. Los epicúreos sostuvieron que el sufrimiento estaba asociado a la muerte y para ser feliz era necesario llevar una vida sencilla, sin cosas innecesarias; mientras los estoicos concebían el sufrimiento como parte inevitable de nuestra vida, éste brindaba la oportunidad de desarrollar fortaleza y carácter, por eso el principal propósito de esta corriente filosófica era enseñar como vivir una vida feliz, virtuosa y significativa en un mundo lleno de sufrimiento y adversidades. Para las corrientes filosóficas modernas, el sufrimiento humano varía en función de sus postulados, a saber, el sufrimiento humano es un tema central abordado por el existencialismo de Jean Paul Sartre y Martín Heidegger quienes lo presentaban característica de la condición humana, éste surge de la conciencia de nuestra propia realidad, nuestra libertad y nuestra responsabilidad en el mundo; es decir, es una manifestación de nuestra angustia existencial. John Dewey y Willians James, máximos representantes del pragmatismo afirman que el sufrimiento humano debe ser entendido en términos de su impacto en la vida de las personas y en su capacidad de afectar el comportamiento. Otras corrientes filosóficas no presentan una postura directa frente al sufrimiento humano, sin embargo, a partir de sus postulados podríamos inferir arbitrariamente que el empirismo sostendría que el sufrimiento no es inherente al ser humano, sino el resultado de nuestras experiencias individuales con el mundo; el idealismo de Kant aseguraría que la mente humana es la creadora de la realidad, por lo tanto, lo que percibimos como el mundo objetivo es en realidad una construcción mental, así el sufrimiento vendría siendo una construcción de nuestras ideas y creencias.

El sufrimiento puede desencadenar respuestas emocionales intensas como la tristeza, la ira, el miedo y la frustración, que de no gestionarse correctamente provocan una sensación de malestar psicológico permanente que deteriora la salud mental. El Manual Diagnostico y estadístico de los Trastorno Mentales (APA, 2014) define el malestar psicológico como “una variedad de síntomas y experiencias de la vida interna de una persona que tienden a ser preocupantes, confusos o fuera de lo común”. Ese malestar psicológico, desatendido se convierte para la gran mayoría de personas en una lucha constante con los propios pensamientos, una búsqueda persistente del porqué de sus padecimientos, de cómo controlarlos o aliviarlos y una lectura equivoca de la vida de los demás como feliz y placentera, destacando la propia incapacidad para poder tenerla (Hayes & Smith, 2013).

Desde la Psicología, algunos autores describen el sufrimiento como una experiencia universal; todos hemos sufrido, sufrimos o sufriremos como resultado de nuestra interacción con el mundo (Hayes y Smith, 2013). En Malestar en la Cultura Freud (1929, p. 12) expresó “tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla no podemos pasar sin lenitivos” vivir es una experiencia dolorosa que se debate entre nuestros impulsos, deseos, recuerdos y las demandas sociales y culturales que nos restringen. Frankl (2015, p. 48) en su obra El hombre en busca de sentido expresa “el sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no puede apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa”. Sufrimos por dolor físico o psicológico: por lo que pasó o pensamos que va a pasar, por la pérdida de un ser querido, por cómo nos vemos o cómo nos ven los demás, por no creernos competentes y capaces de responder al trabajo, a la escuela, a unos padres exigentes, sufrimos porque no alcanzamos una meta o propósito. En fin, sufrimos por un indeterminado número de situaciones, todas y cada una de ellas asociadas a la importancia que le damos o atribuimos culturalmente a esas experiencias, a este respecto la “propia subjetividad, mediada por el lenguaje, se interpone entre la persona y el mundo, impidiendo el contacto vital con la realidad (diría el fenomenólogo) o con las contingencias (diría el conductista)” (Wilson y Luciano, 2015, p. 19).

Las personas se perturban emocionalmente como resultado de dificultades en el procesamiento de la información, apareciendo distorsiones cognitivas (Beck, 1979).

Desde la terapia cognitivo-conductual se reconoce como una de las principales fuentes de sufrimiento las creencias irracionales, cuya principal característica es la inconsistencia en su lógica y en su realidad empírica, producir emociones perturbadoras y limitar a las personas a conseguir objetivos propuestos (Ruiz et al, 2016). Las personas se perturban emocionalmente como resultado de dificultades en el procesamiento de la información, apareciendo distorsiones cognitivas que de acuerdo con Beck (1979 citado en Beck y colaboradores, 2004) son pensamientos deliberados, involuntarios, difíciles de controlar y que en general conducen a conclusiones extremistas, generalizadas y catastróficas frente a una situación, dejando a las personas con estrategias poco efectivas para afrontar la vida.

Otros psicólogos como Hayes (2020), Wilson & Luciano (2015), O´Connell (2018), Strosahl & Robinson (2018) y Walser & O´Connell (2023) sostienen que el sufrimiento es la manifestación de nuestra inclinación o tendencia a evitar el dolor emocional y encontrar la felicidad como fin último de la existencia, obligándonos sin ser conscientes de ellos a experimentar mayor sufrimiento emocional, ansiedad y depresión a largo plazo. Parte del sufrimiento humano se hace visible a través del malestar psicológico que se esparce por todos los ámbitos de nuestra vida, afectando seriamente la forma en que sentimos, pensamos y nos comportamos las personas.

De acuerdo con la OMS (2023) la depresión, la ansiedad y la conducta autolesiva afecta una gran proporción de la población mundial. Para el 2019, 301 millones de personas sufrían un trastorno de ansiedad, 280 millones un trastorno depresivo y el suicidio constituyó la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años. La intervención temprana en el malestar psicológico puede prevenir que los problemas se agraven, abordar los síntomas a tiempo y brindar el apoyo necesario puede evitar que las dificultades emocionales se vuelvan crónicas o limitantes en la vida diaria y se conviertan en trastornos más graves.

Enlaces sugeridos:

https://www.abc.es/antropia/costes-epidemia-soledad-20230724180925-nt.html

Bibliografía sugerida:

APA, A. A. (2014). DSM-V Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. España: Panamericana.

Beck, A. T., y colaboradores. (2004). Terapia cognitiva de los trastornos de personalidad. epublibre.

Elliot, E. G. (2020). Sufrir nunca es en vano. EE.UU: B&H Publishing Group.

Española, R. A. (2014). Diccionario de la lengua española. 23ª edición

Frankl, V. (2015). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder Editorial S.L.

Freud, S. (1929). Malestar en la Cultura. Alianza Editorial.

O´Connell, M. (2018). Una vida valiosa. Los procesos de la Terapia de Aceptación y Compromiso. Ediciones B.

OMS, O. M. (17 de Junio de 2022). Organización Mundial de la Salud. Obtenido de https://www.who.int/es/news/item/17-06-2022-who-highlights-urgent-need-to-transform-mental-health-and-mental-health-care

Ruiz, F., Suárez, J., Barón, D., Barrera, A., Martínez, A. y Peña, A. (2016). Factor structure and psychometric properties of the dysfunctional attitude scale revised in colombian undergraduates. Revista Latinoamericana de Psicología, 48(2), 81–87.

Strosahl, K. D., Robinson, P. J. (2018). Mindfulnes y Aceptación contra la Depresión. Como utiizar la Terapia de Aceptación y Compromiso para superar la depresión y crear una vida que merezca la pena vivir. Bilbao: Decrée de Brouwer, S.A.

Wilson, K. G., & Luciano, M. C. (2015). Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) Un tratamiento conductual orientado a los valores. Madrid: Pirámide.

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