Uno de los retos a los que se enfrentan nuestros estudiantes durante el desarrollo del semestre es al de encontrar la motivación y el tiempo suficiente para dedicarlo a la escritura, sin desatender sus actividades de clases o prácticas clínicas. Inmersos en una realidad digital, pensar en aburridas y extensas páginas de procesador de texto puede llegar a ser una tarea absolutamente abrumadora.

Siendo las habilidades comunicacionales una de las competencias básicas del ejercicio de nuestra profesión, comprendemos de qué manera la escritura puede nutrir la formación de nuestros educandos. La misma favorece la consecución de un pensamiento eficiente y auto-dirigido, fundamental para el desarrollo de procesos investigativos. Un pensamiento generador de nuevas ideas y capaz de establecer relaciones interdisciplinarias.

Es por esto que, estas narrativas que florecen desde los salones de clase, analógicos o digitales, incrementan las chances no sólo de interpretar la realidad, sino también de cuestionarla, proponiendo a su vez cambios para la mejora.

Nuestro desafío como docentes requiere, por un lado, de una adaptabilidad que posibilite el aprendizaje para la utilización de las herramientas tecnológicas, favoreciendo una comunicación efectiva, y asimismo, de una habilidad para identificar y respetar estilos de aprendizaje, teniendo en cuenta las inteligencias múltiples, y buscando diferentes estrategias motivadoras.

Comprobaremos entonces que algunos estudiantes se hallarán más a gusto trabajando con textos de manera tradicional, mientras que otros preferirán desplegar toda su creatividad en el diseño de infografías o material interactivo, como una manera alternativa a la hora de narrar y describir la realidad.

En definitiva, el nuevo paradigma exige la comprensión del cambio ocurrido en las formas de comunicación, y nos invita a reinventar nuestros escenarios de aprendizaje.

“Somos fabricantes de historias. Narramos para darle sentido a nuestras vidas, para comprender lo extraño de nuestra condición humana. Los relatos nos ayudan a dominar los errores y las sorpresas. Vuelven menos extraordinarios los sucesos imprevistos al derivarlos del mundo habitual…

…la narrativa es una dialéctica entre lo que se esperaba y lo que sucedió, entre lo previsto y lo excitante, entre lo canónico y lo posible, entre la memoria y la imaginación […]”

(de Jerome Bruner en «La Fábrica de Historias», 2003)

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