Si te preguntan ¿Qué es la adolescencia? probablemente creas que la respuesta es sencilla y te enfoques en una “característica” que la mayoría de personas tiende a adjudicarle a esta etapa del desarrollo humano. Es común que la gente (normalmente los adultos) nos tilden a los adolescentes de rebeldes, desorganizados, irresponsables y un sinfín de adjetivos más, trayendo como consecuencia reforzar el estigma que se ha venido generado a lo largo de los años dentro de nuestra cultura, mientras paralelo a esto, el proceso de desarrollo y construcción de la identidad se ve entorpecido, dificultando aún más este periodo de transición entre la infancia y la adultez.

Es entendible que las personas lleguen al punto de tener esta percepción de la adolescencia, pues es un momento de la vida en el cual se empiezan a presentar una gran cantidad de cambios a nivel biológico, social y psicológico, estando estos en constante relación mutua que propician situaciones adversas para nosotros los adolescentes, donde nos vemos obligados a adaptarnos a circunstancias a las que no estábamos acostumbrados, a tomar decisiones de forma autónoma, a generar razonamientos más elaborados y a tomar posturas frente a diferentes dilemas morales, lo cual, puede generar contradicciones entre lo que siempre hemos interpretado como correcto y lo que ahora frente a una mirada crítica nos puede parecer errado o equívoco.

Pero aquí la pregunta importante es ¿Por qué ante la inminente evolución y desarrollo personal de un adolescente, se generan tantos conflictos con los adultos?

En aras de entender este fenómeno, es necesario aludir a la noción de Ideas Ingenuas, pues este se refiere a un conjunto de concepciones erradas de todo el complejo que engloba la etapa de la adolescencia. En primera instancia, se encuentran aquellas que representan al adolescente tal como lo hemos descrito hasta el momento; atribuyéndole entonces rasgos de inmadurez bajo la premisa de que este hace caso omiso a las enseñanzas que se le han brindado durante su infancia. En una segunda instancia, se evidencia el caso de aquellos adultos que posicionan al adolescente como un sujeto independiente y autónomo, y por ende carente de la necesidad de una constante orientación y supervisión, dicho de un modo coloquial, “echan a su suerte” al adolescente.

De una u otra forma, cualquiera de estos dos tipos de ideas ingenuas afectan nuestro desarrollo como seres humanos competentes. Teniendo en cuenta, que desde ellas se atrofia el proceso generando inseguridades y complejos, o en su defecto, se ve forzada de una forma precipitada, el desarrollo de habilidades para la vida. Por ello, es primordial tener presente la necesidad de entender al adolescente como un individuo que se encuentra en un proceso de transición y puede verse inmerso en diversas crisis normativas que hacen parte de esta etapa, como el duelo de la infancia o la adaptación a cambios físicos generados por la pubertad.

Antes de finalizar, es necesario puntualizar que:

Creemos que una de las alternativas más pertinentes para dar fin a estos históricos estigmas hacia los adolescentes, radica en que la relación entre padres e hijos, debe estar basada esencialmente en la escucha activa y la comunicación asertiva, considerando que los padres inciden en tres importantes momentos de la vida del adolescente: en la construcción de metas y valores, proponiendo y orientando el cumplimiento de retos propios, y por último, ayudando a evaluar sus triunfos y fracasos para obtener un aprendizaje de estos.

Armando Padilla Acosta 
Isabella Villarreal Pérez 
Juan Freund Badel

Recommended2 Me gustaPublicado en Desarrollo personal, Psicología

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