Reyes, P., & Valderrama, D.

La adolescencia, a veces malentendida como pubertad, se trata de un fenómeno social, moderno, propio de la época actual y de las sociedades occidentales; no es, por tanto, una etapa obligatoria del desarrollo humano. Tiene lugar durante unos pocos años de nuestra vida y está influenciada por el contexto, lo que Badillo (1998) llama ciclo biográfico culturalmente construido.

La adolescencia es una etapa que, culturalmente hablando, se entiende como el período del desarrollo humano posterior a la niñez y anterior a la etapa adulta o adultez, en el cual tienen lugar los cambios biológicos, sexuales, sociales y psicológicos necesarios para formar a un individuo socialmente maduro y físicamente preparado para la reproducción. Como consecuencia de las características que marcan la juventud, los adolescentes experimentan una serie de cambios que, si no son bien gestionados, pueden crear una desestabilización afectiva. Por ello, los adolescentes necesitan contar con las habilidades necesarias y un adecuado manejo emocional para enfrentarse al mundo que vendrá cuando alcancen la edad adulta. Así pues, a continuación, detallamos cuáles son los cambios emocionales y sociales a los que se enfrentan los jóvenes durante la adolescencia.

Desarrollo social:

El desarrollo social del adolescente se da en tres esferas: con las amistades, relaciones íntimas o amorosas y familiares, cada una tiene el propósito de preparar al joven para la vida adulta, en ese sentido, las situaciones provocarán en él, el crecimiento de habilidades sociales, como las mencionadas por Torralva (2019) la capacidad de comunicar lo que siente, la empatía, etc. El objetivo final de esta evolución es que el adolescente pueda encontrar su identidad en los otros y la independencia.

Las anteriores esferas mencionadas, influyen en el adolescente sobre sus valores, creencias, modos de vida y lo más relevante en este caso, su conducta, muchas veces se ha afirmado que los jóvenes son amantes del riesgo y la adrenalina, y bueno de cierta manera es verdad, a nivel neuropsicológico se reconoce el crecimiento de la zona límbica a comparación de la zona prefrontal Torralva (2019), lo que quiere decir que el adolescente puede basar sus acciones en razones más emocionales que racionales, por ende buscaría situaciones riesgosas que le permitan sentir, pero no es lo único, también existen bases a nivel de influencia social o presión social, que hacen que el joven a pesar de saber que lo que pueda hacer es peligroso, tome esas decisiones arriesgadas, por lo general sucede cuando les importa mucho la opinión de la otra persona, o quiere pertenecer a un circulo social.

Con respecto a querer pertenecer a un grupo, también existe la posibilidad de no poder ser parte de uno, esta idea provoca mucha ansiedad en los adolescentes, podría ser una de sus mayores preocupaciones, por esto es importante el acompañamiento de un adulto, que pueda estar atento a las experimentaciones sobre todo negativas e intensas que por lo general no puedan regular. Pero, las personas mayores se pueden encontrar con un joven que ya no le interesa tanto como antes la interacción familiar y están más encaminados a relacionarse con sus pares, esto es un comportamiento típico en adolescentes, que muchas veces causa conflicto, porque se debilita el lazo padre hijo, luego el joven establece sus propias relaciones y se enfoca más en estas, los padres pueden malinterpretar sus amistades como un factor de riesgo, pero se puede aclarar la situación con la comunicación asertiva. Con el tiempo el joven entablará relaciones estables con sus pares, e irá aplicando todo lo que aprendió con sus amigos a la relación familiar, los padres al final comprenden que este fenómeno es necesario para la reorganización de aspectos familiares.

En la adolescencia ocurre la evolución del grupo según Navarro & Pérez (2011), primero experimentan la fase de la pandilla unisexual, los jóvenes se reúnen con los de su mismo sexo, edad y clase social, en grupos de cinco y siete personas, establecen normas, formas de comportarse y vestir, en esta fase aprenden las conductas aceptadas por la sociedad, en la segunda fase la pandilla unisexual comienza a relacionarse con otras, en ocasiones miembros de un grupo se ven con otros, la tercera fase se llama pandilla mixta, es decir aumenta la cantidad de participantes, ahora hay hombres y mujeres, esta fase permite comprender el desarrollo de las relaciones heterosexuales, dando paso a las relaciones de pareja, la cuarta y ultima fase, esta pasa a ser la relación más habitual.

Desarrollo emocional:

El paso de la infancia a la adultez no es sencillo para muchos jóvenes puesto que están sometidos a un complejo despliegue evolutivo que debe finalizar con la adquisición de responsabilidades sociales que, hasta el momento, no habían sido obligatorias. Para entender la complejidad de este periodo será necesario detenernos en el análisis de las repercusiones que tienen los cambios biológicos típicos de la pubertad que, a su vez, pueden influir en los cambios emocionales. Durante esta etapa la preocupación psicológica está altamente relacionada con la apariencia física. Se produce una reestructuración de la imagen corporal, se vive un ajuste a los cambios corporales emergentes, un ánimo fluctuante, una fuerte autoconciencia de las necesidades, deseos de comprensión y apoyo por parte de los mayores. Aun cuando las figuras parentales dejan de ser los principales fomentadores de la autoestima, se hace imprescindible tener la posibilidad de compartir los problemas con los padres; las amistades también se tornan cruciales.

La pérdida del cuerpo infantil implica la necesidad de dejar atrás las modalidades de ajuste de la niñez, abandonar identificaciones infantiles y encontrar nuevas orientaciones de conducta. Existen duelos por la pérdida del cuerpo y el estatus infantil, así como de la imagen de los padres seguros y protectores de la niñez (Aberastury, 1971). Las fortalezas y debilidades del sistema familiar contribuirán a la interpretación de los hechos y a la perspectiva que orienta las reacciones y actitudes ante el renacer puberal.

En las adolescentes la menarquia es un indicio de gran importancia y el acontecimiento es reinterpretado de acuerdo con las valoraciones atribuidas al destino de la mujer. Las reacciones pueden ir desde la indiferencia parental al festejo o anuncios del drama de la sexualidad y la procreación, las responsabilidades de la adultez. Las diferentes posiciones tendrán impacto en la disposición con que la púber enfrenta la perspectiva de crecer.

Para los varones, las poluciones nocturnas son casi un secreto que puede vivirse con preocupación o perplejidad; la discreción es la respuesta que reciben con mayor frecuencia. La construcción de su masculinidad pasa por comprobaciones de virilidad exhibidas ante los pares para llegar a iniciarse en las pautas de la conquista heterosexual que las posiciones tradicionales de género demandan a su rol sexual. La ansiedad ante la falla y el fracaso en dicha afirmación puede instaurarse influyendo en la relación de género (Muñoz y Calderón, 1 998).

Aproximadamente entre los 14 y 16 años las preocupaciones psicológicas giran prioritariamente en torno a la afirmación personal – social y afloran las vivencias del amor. El deseo de satisfacción de los emergentes impulsos sexuales, el desarrollo de las capacidades sociales, y el apoyo en la aceptación por el grupo de pares dinamizan la afirmación personal y social en la adolescencia.

El desarrollo intelectual y cognitivo durante la adolescencia trae nuevos recursos como la simbolización, la generalización y la abstracción, que introducen visiones más amplias y diversas de los acontecimientos. De la posición infantil de estar “en” el mundo, pasa a situarse en “perspectiva” frente a él y a sí mismo. Es decir, puede “reflexionar” sobre su propia forma de pensar y ser, así como sobre la de los demás. Estos logros, junto a la necesidad de diferenciación, conducen al característico cuestionamiento de comportamientos y posiciones que se habían aceptado durante la socialización previa, dando paso a la confrontación, que amenaza las necesidades de control de los mayores involucrados (padres, maestros, etc.).

En la última fase de la adolescencia se visualiza un proyecto de vida propio que se deberá ir poniendo a prueba en la práctica concreta y aportará a la consolidación de la identidad y los roles. No se trata de la elaboración de un proyecto planificado, sino del compromiso con experiencias presentes que constituyan vías flexibles hacia los roles y metas de acuerdo con la incertidumbre de los tiempos.

Las capacidades de autocuidado y cuidado mutuo tienen la posibilidad de despegarse eficazmente, en la medida que los y las adolescentes hayan contado con la asesoría y atribuciones requeridas. Las parejas tienen un papel más íntimo, que emerge entre personas con identidades más diferenciadas que se enriquecen con el acompañamiento afectivo y el establecimiento de vínculos profundos.

Referencias:

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