Foto: Ryan Franco (Unsplash)

Uno de los primeros aprendizajes que adquirimos, transitando el estudio de la Medicina, es que el fenotipo es el resultado de la interacción entre el genotipo y el ambiente.

“Fenotipo son los rasgos observables de un individuo, como la altura, el color de ojos y el tipo de sangre. La contribución genética al fenotipo se llama genotipo. Algunos rasgos están determinados en gran medida por el genotipo, mientras que otros están determinados en gran medida por factores ambientales” (NIH. National Human Genome Research Institute)

No cabe duda de que el ambiente que nos rodea deja profunda huella sobre nuestra existencia. Pero esto nos asombra más aún cuando advertimos que esa influencia se ejerce también durante la vida intrauterina.

Se acepta que el microambiente prenatal tiene un profundo impacto sobre el bebé en formación. De esta manera, ciertos factores externos pueden ser capaces de moldear y condicionar un determinado perfil inmuno-genético y metabólico, a través de un mecanismo que los científicos han denominado de “programación”.

Se conoce, por ejemplo, que los hijos de mamás obesas tienen mayor riesgo de desarrollar obesidad infantil. También existe evidencia de secuelas a largo plazo en hijos de gestantes con patología hipertensiva.

El tamaño del niño al momento del nacimiento, si bien tiene una influencia genética, está muy condicionado por el entorno intrauterino. Esto lo podemos advertir en los productos macrosómicos, nacidos de pacientes con diabetes gestacional, o en los bebés con restricción del crecimiento intrauterino asociado a una insuficiencia placentaria. Se conoce que la adaptación prenatal desarrollada por el bebé también se asocia con ciertos perfiles metabólicos en la niñez y posteriormente en la vida adulta.

En todo caso, los factores implicados en los procesos de programación intrauterina son diversos, y abarcan desde disruptores endocrinos y modificaciones epigenéticas, hasta aspectos relacionados con el microbioma intestinal materno.

Se denominan disruptores endocrinos a ciertas sustancias que, hallándose inclusive en pequeñas cantidades en elementos cotidianos, pueden afectar el funcionamiento del sistema endocrino. Los disruptores también pueden influir sobre otros sistemas, como el inmune o reproductor.

Por su parte, cuando hablamos de modificaciones epigenéticas, hacemos referencia a los cambios producidos sobre la expresión génica, los cuales son estables y heredables, pero que no involucran modificaciones en la secuencia del ADN (ácido desoxirribonucleico). 

Podemos pensar en el ADN como una gran base de datos, que contiene codificada la información completa de nuestra existencia. (Foto: Braño, Unsplash)

El microbioma materno es otro punto interesante. Éste puede ser definido como el conjunto de microbios, y sus elementos genómicos, en un entorno particular. En la madre, el microbioma intestinal se relaciona entre otros, con aspectos dietéticos. Numerosos estudios han asociado la microbiota intestinal con la obesidad, y ésta a su vez, con un incremento en el riesgo de desórdenes metabólicos, posteriormente en la descendencia.

Para recapitular, el concepto de programación intrauterina implica la noción de una plasticidad genético-metabólica durante el desarrollo embriofetal, que incorpora además una influencia transgeneracional. No somos sólo el producto de nuestra genética y el ambiente que nos rodea, sino también, de las circunstancias que nos acompañaron desde el vientre materno y más aún, de condicionamientos epigenéticos que pudieron ser transmitidos desde generaciones atrás.

Esto en su conjunto se conoce como Orígenes del Desarrollo de la Salud y la Enfermedad, en inglés Developmental Origins of Health and Disease (DOHaD), y ha sido analizado tanto en modelos experimentales en animales como en estudios poblacionales en seres humanos.

“Epidemiological observations have led to the hypothesis that the risk of developing some chronic non communicable diseases in adulthood is influenced not only by genetic and adult life-style factors, but also by environmental factors acting in early life. Research in evolutionary biology, developmental biology, and animal and human physiology provides support for this idea and suggests that environmental processes influencing the propensity to disease in adulthood operate during the periconceptional, fetal, and infant phases of life. This “developmental origins of health and disease” concept may have important biological, medical, and socioeconomic implications” Gluckman PD, Hanson MA. Living with the past: evolution, development, and patterns of disease. Science. 2004 Sep 17;305(5691):1733-6. doi: 10.1126/science.1095292.

Lecturas de interés:

Padmanabhan V, Cardoso RC, Puttabyatappa M. Developmental Programming, a Pathway to Disease. Endocrinology. 2016 Apr;157(4):1328-40. doi: 10.1210/en.2016-1003. Epub 2016 Feb 9. PMID: 26859334; PMCID: PMC4816734.

Wojczakowski W, Kimber-Trojnar Ż, Dziwisz F, Słodzińska M, Słodziński H, Leszczyńska-Gorzelak B. Preeclampsia and Cardiovascular Risk for Offspring. J Clin Med. 2021 Jul 16;10(14):3154. doi: 10.3390/jcm10143154. PMID: 34300320; PMCID: PMC8306208.

Izaskun García-Mantrana, Marta Selma-Royo, Sonia González, Anna Parra-Llorca, Cecilia Martínez-Costa & María Carmen Collado (2020) Distinct maternal microbiota clusters are associated with diet during pregnancy: impact on neonatal microbiota and infant growth during the first 18 months of life, Gut Microbes, 11:4, 962-978, doi: 10.1080/19490976.2020.1730294

Wassenaar TM, Panigrahi P. Is a foetus developing in a sterile environment? Lett Appl Microbiol. 2014 Dec;59(6):572-9. doi: 10.1111/lam.12334. Epub 2014 Oct 27. PMID: 25273890.

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