Por: Milagro del Carmen Ponce Montes

El Salado Bolívar, un pueblo enclavado en la región de Los Montes de María, corregimiento del Carmen de Bolívar en Colombia, tierra fértil, de una exuberante vegetación. Su nombre común se deriva de hechos cotidianos de su población que, al cavar pozos profundos para abastecerse de agua, brotaba de ellos corrientes cristalinas con cierto toque salobre y que con el pasar de los años reemplazó culturalmente a “Villa del Rosario”, nombre legal de la misma población.

Los recuerdos de mi niñez me transportan, cual máquina del tiempo, a un pueblito con casas de bahareque, con campesinos montados en sus burros, con las piernas entrecruzadas y atravesando las calles empedradas para llegar a sus cultivos. Un pueblo sin energía eléctrica que nos envolvía durante las noches en una oscuridad profunda, sólo rota por destellos plateados de las estrellas y rayos de luna que se colaban entre las ramas de los árboles ofreciéndonos el escenario perfecto para escuchar las historias de los abuelos y sus hazañas de juventud. La tranquilidad que se respiraba en El Salado, permitía a nuestros padres dedicarse a sus quehaceres, mientras nosotros jugábamos hasta altas horas de la noche, únicamente con el miedo a la “Llorona”, a la “pata sola” y al “Jinete sin cabeza”.

La solidaridad entre sus habitantes, permitía que costumbres comerciales milenarias como el Trueque, se siguiera aplicando entre ellos. La paz, esa palabra que no se escuchaba nunca, porque se vivía en ella siempre, nos permitía dormir con las puertas de las casas abiertas, con la seguridad de que una vez dormidos solo entraría la brisa helada de los montes. Ni en el más retorcido pensamiento en esa época se podría vislumbrar lo que la violencia le deparaba.

Un pueblo en paz, donde la principal actividad económica era la agrícola, en sus tierras se cultivaban grandes zonas de tabaco, con una calidad de producto tan alta que llegó a ser considerado como la capital tabacalera de la Costa Caribe. Las grandes cosechas generaron nuevas necesidades de bodegajes, con procedimientos estandarizados para el tratamiento del producto, se construyeron fábricas y se contrataron, principalmente mujeres, a quienes le llamaban “las compañileras”; así pues, esta tierra bendita también era apta para cultivar hectáreas completas de yuca, maíz, patilla, ñame, melón y productos de pan coger, además se podía encontrar toda clase de frutas silvestres.

Otro sector de la economía Salaera la generaba la ganadería, la cual se daba en gran escala, especialmente de ganado vacuno y porcino, del ganado vacuno se utilizaba la leche, la carne y la piel. Los cerdos representaban además de la alimentación para la familia un ingreso extra al venderlo a comerciantes de otras regiones.

Para la década de los 90´s El Salado contaba aproximadamente con 6.000 habitantes y su desarrollo social giraba alrededor de una escuela de primaria, un colegio de bachillerato y un puesto de salud; la instalación de los servicios públicos de energía eléctrica, agua potable y alcantarillado, le dieron una imagen de progreso. Su organización social lo convirtió rápidamente en un proveedor de gran importancia para la cabecera municipal (El Carmen de Bolívar) y algunos de sus líderes fueron elegidos como Concejales del Municipio. Estos tenían como visión convertir a El Salado en un nuevo Ente Territorial de los Montes de María y gestionar recursos ante el Gobierno Nacional para la construcción de la vía principal de acceso y las vías terciarias del pueblo, para mejorar así las condiciones de comercialización de sus productos.

Este sueño de independencia administrativa no se logró y la ubicación geográfica de nuestro pueblo, hermosa y privilegiada, rodeada de arroyos y cerros verdes, compinche de nuestros juegos infantiles y celestina de nuestros primeros amores, se fue convirtiendo, con el correr del tiempo y con la intensificación del conflicto armado, en zonas prohibidas, con limites invisibles. La prosperidad local, la cercanía a los cerros y las vías de fácil escape, habían hecho que la guerrilla de los frentes 35 y 37 de las Farc, quisieran tomarla como centro de abastecimiento y hostigaran con frecuencia a los escasos policías, mal armados, del pueblo, quienes intentaban defenderse en medio de una ciega e inexplicable guerra; hasta el día en que un helicóptero de las Fuerzas Armadas de Colombia trasladó para siempre a los agentes de la Policía. Fue éste el preciso momento en el que El Salado quedó expuesto a su suerte y los Salaeros comenzamos a probar el amargo sabor de la violencia.

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